Capítulo 20.

7 1 0
                                    

Después del predecible: "Lo lamento" y otras cuantas sonrisas torpes, nos levantamos a buscar a Justin. Le había prometido a Ryan no decirle a Justin pero pensé que tendría que decírselo algún día. Rebecca me había caído bien, no había sentido por su parte alguna mala vibra y tampoco me había atrevido a preguntarle a Ry por qué pensaba eso de ella... Pues, la respuesta vino sola a mi mente siendo: "La conoce de más tiempo que Justin, y obviamente que yo" así que solo despejé esa duda y le entregué la completa razón a él. Estábamos caminando por entre unas habitaciones cuando escuchamos una melodía:


"So tell me how could I ever be
normal somehow?
You tell me this is for the best so tell me why am i an tears?
So far away and now I just need your here..."

Justin se volteó a mirarnos en el marco de la puerta sonriendo.

-¿Que hacían allí?
-Solo estábamos buscandote –respondió Ryan sin interés.
-¿Cantas? –pregunté curiosa.
-Es una canción nueva, de un chico que esta comenzando a ser famoso.
-Claro, el chico ese –dijo Ryan despectivo.
-Puede ser como quieras –rió Justin–, pero tiene buenas canciones.
-¿Que significaba? –Pregunté animada–, se muy poco de inglés.
-Pues... si no me equivoco, esa parte que tanto me gusta, pregunta que si todo es para bien ¿por qué él esta llorando? Y que esa persona está tan lejos, pero el la necesita allí, a su lado –esbozo una tierna sonrisa–. ¿No es buena?
-Si, bastante.
-Basta de esas tonterías. ¿Que haremos hoy?
-¿Que hora es, Eve? –apunto a mi reloj.
-Son las 10 de la mañana. Yo iré a ayudar a hacer el almuerzo, tengo ganas de cocinar –sonreí.
-Nosotros nos iremos a caminar un poco –dijo Ryan sin consultar a Justin, y poco después los dos salieron de la habitación.

Caminé hasta la cocina buscando a Matilda, ella preparaba el almuerzo los Domingos, porque normalmente mi padre venía esos días a la hacienda, más ahora que estaba yo aquí hospedándome. Dentro de mí tenía miedo que se portara grosero con Justin o Ryan, pero después de todos eran nietos de Matilda, su fiel compañera. No haría nada contra ella.

-Matilda, buenos días –sonreí cuando la vi de espaldas en el fregadero.
-Que sorpresa –besó mi mejilla saludándome.
-Hoy ayudaré en la comida, para mi padre... ¿Vendrá?
-Sí, hoy vendrá. ¿Me ayudarás? –me preguntó incrédula.
-Sí, lo haré. ¿Que prepararás?

Me quedé ayudando en la cocina mientras se hacia el mediodía, hora en la que mi padre acostumbraba a venir. Cuando no era verano, nunca venía con él, pero si sabía que no faltaba un domingo que no lo pasara aquí, en "La hacienda".  Eso significaba que ni siquiera los domingos la pasaba conmigo, sino supervisando y puedo jurar, recordando a mi madre. Escuché el auto estacionarse a las afueras del lugar, corrí para recibirlo pero solo obtuve un maletín en mis manos, mientras mi papá se bajaba del auto, para que lo adentrara en casa. Sin saludarme ni nada.

Sin complejos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora