Capítulo 38.

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-No entiendo, para nada –susurré.
-¿Que no entiendes? –me preguntó Justin mientras saliamos de la feria.
-No, solo pensaba en voz alta...
-¿Puedes parar de caminar tan rápido? –le gritó Justin a Ryan.
-No, no puedo y no quiero, no me da la gana –respondió frustrado.
-¿Es por el maldito beso que me di con Rebecca? ¿Estás celoso? –yo me detuve en frío.
-¿En serio Justin? –lo miró molesto y se acercó a mí, tomandome del brazo– ¿Y ahora harás que Evelyn dude de mí? Solo lo hacía por tu bien, ya no tengo por que molestarme por ti.
-Exacto, ¿te distes cuenta? ¡Perfecto! No soy un niño, puedo cuidarme, siempre he solido hacerlo.
-¿Que ahora me vendrás con un cuento melodramático?
-Basta, callense los dos –interrumpí frenética–. Me harta que se estén peleando por una chica que no vale la pena, ni siquiera por mí se habían peleado. Tampoco quiero que lo hagan –aclaré sonriendo– pero me molesta que dos amigos, que buscaban protegerse –miré a Justin. Sí, era una indirecta– terminen molestándose porque no se entienden como personas, sino como animales. 

Después de eso me subí al transporte enojada, Justin y Ryan llegaron más atrás. Ambos tenían una mirada persistentemente molesta y ni siquiera nos dirigimos la palabra de regreso. Yo no pensaba involucrarme en ese problema, pero ya estaba, y mucho peor, todo esto estaba haciendo que dudara de Ryan. Quizás Justin lo dijo sin malas intenciones, pero bien dicen que: "Lo piensas en estado normal, y lo sueltas molesto". Cuando estábamos terminando de llegar a la hacienda, noté que había un automóvil afuera. Me parecía extraño porque mi padre no regresaría en mucho tiempo, eso estaba seguro... Las luces de unas cuantas habitaciones estaban encendidas, y eso incrementaba mi inquietud. Llegamos tan solo unos seis minutos después y los chicos se bajaron. Ellos se mantenían distantes, pero no se desaparecieron enseguida al llegar, quizás un instinto... Quizás también el destino me los colocó para que no sufriera demás.

-Mi niña –me abrazó Matilda–, que bueno que llegaste...
-¿Que pasa Matilda? ¿De quien es este auto?
-De la niña...
-¿De que niña? –pregunté sin entender.
-De la niña Abril, ella esta aquí.

Mi hermana, hermanastra, medio hermana, como fuese que debiera llamarla estaba aquí. De repente apareció una chica no más alta que yo, con una cabellera oscura y una mirada profunda. Estaba segura, ella era Abril, por fin la conocía. ¿Pero que hacía aquí?

Sin complejos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora