Sonrío, pero me estoy estresando por dentro. Debo fingir todo el tiempo que no estoy cansada. Pero vaya que lo estoy. Mientras entrego unas bebidas como obsequio de la casa escucho a una joven pareja murmurar un tema que me disgusta.
—Ella es la chica que estuvo secuestrada —dice el chico de cabellera corta rubia y lentes hipsters.
—Sí, enciende la cámara para tomarnos unas fotos y subirlas a la red social —termina por decir su compañera.
Empuño mi mano para aguantar mi enojo. Me acerco discretamente hacia ellos y les brindo un par de bebidas. Se ven sorprendidos con mi intervención. Soy amable y en un momento a otro les susurro:
—Si no vienen a comprar algún diseño de hogar o sacar cita para la decoración personalizada. —Suspiro y continúo—. Pueden meterse su cámara por donde más le entre y retírense.
Exhalo.
Sus ojos se abren en sorpresa. Me miran con mal gusto y se retiran, haciendo ruido a la salida con la puerta. ¡Uy! ¿No sé qué más podré soportar en este día? Giro hacia los otros clientes que se encuentran distraídos por la atención de Brenda o alguna decoración, pero no descarto que ellos estén aquí por la misma razón que la pareja que acaba de irse.
Me dispongo atender a una pareja de ancianos, pero la campanita de entrada suena y volteo. Un repartidor trae consigo unas cajas de papel dorado que no logra maniobrar. Me apresuro en ayudarlo.
—Disculpe, lo ayudo. —Intervengo, cogiendo sin su permiso las cajas que están arriba.
Gira su atención rápidamente hacia mí y frunce el ceño.
—¿Sabe dónde está la dueña del local? —pregunta, inseguro de pedirme aquella información.
¿Esto es para mí?
Parpadeo.
Y solo puedo pensar en Adam.
No quiero que me llene de regalos. Sabe que no me gusta tanto las excentricidades. Lo obligo a que las cuentas sean de pago compartido cuando salimos casualmente y no es una invitación de regalo con reservas y todo. Mis sorpresas hacia él son hechas por los tutoriales que veo en Youtube de "qué regalarle a tu novio". Cuando doy mi mayor esfuerzo, y por supuesto si hay dinero, le compro algo que a él le gusta y no tiene el tiempo de darse ese gusto.
—Soy yo. —Me apunto con el dedo y sonrío.
—Menos mal, porque ya no podía cargar más esto. —¡Qué directo!— Vengo de dos cuadras donde dejé estacionada la furgoneta.
Asiento.
—No vengo con mi compañero, porque tiene su brazo dislocado —dice, mientras maniobra para colocar una tableta donde tiene el recibo de entrega que coloca encima de la caja que sostiene.
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Tú © - [Serie Apariencias] [Libro #3]
RomanceAdvertencia: Debes haber leído Random y London para ingresar a esta obra. Random, ¿Qué puedo decir de él? London, ¿Qué puedo decir de ella? London creyó dejar atrás todo lo que pudiera recordarle a Random. Más de Cuatro años que nada la ata a...