Capítulo XXII: Emergencia

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—Llegué bien, extraño. —Miro el mensaje que aparece en la pantalla de mi celular—. Puedes seguir con tu vida tranquilo —Leo en voz baja la última palabra—. Adiós.

Intento recordar a quién le di mi número. Me duele la cabeza como el infierno. Dejo el aparato a un lado y empiezo a recoger el vaso y la botella de whisky que me bebí a medias.

Puede aparecer Amy, Random.

Ella no puede verte en este estado.

Debo mantener la apariencia de un hombre íntegro. Después de todo, cuando ella crezca y empiece a enamorarse buscará un hombre que supere el trato y la imagen de su "padre", o esté cerca de eso. En este caso, cae todo el peso sobre mí. Y de mí depende tratarla con rectitud, amor y hacerla sentir que vale todo lo bueno en esta vida.

—¡Tío! —Me exalto.

Es ella.

La puerta suena.

Me apresuro. No la voy a dejar entrar, pero debo estar arreglado a tiempo para su primer día de clases de natación. Solo a veces, pero solo a veces.... Me pregunto si soy un buen padre.

—¡Tío! —grita.

—Estoy ocupado, Amy —replico.

—¡Tío! —grita de nuevo. Esto no me gusta. Estos no son los modales que le inculco. Me dispongo a abrir la puerta, asegurándome de mi estado sobrio y mi aliento fresco con un atomizador bucal de menta— ¡Tío! ¡La señora Lucía se cortó la mano!

¡Mierda!

Abro la puerta de inmediato. Veo la expresión de susto de Amy. Me arrodillo y la calmo.

—¿Dónde está? —pregunto, agarrando sus manitos para darle seguridad y apoyo.

—En la cocina. —Suelta mi agarre y sale corriendo.

Voy detrás de ella.

Cuando llego a la cocina, veo a la señora Lucía con un trozo de tela envuelto en su mano y estilando sangre. No sé qué cómo reaccionar cuando veo sangre, pero mi instinto puede más. Me quito mi camisa y envuelvo la mano de la señora con el fin de llevarla de inmediato al hospital para que sea revisada.

Ella sigue mirando la sangre que le estila como desde el principio hasta que ve mis manos ayudándola y de a poco levanta su mirada hacia mí.

—Disculpe, señooo... or —tartamudea.

Su rostro viaja de mi cara a mi abdomen. ¡Señora Lucía! Quiero llamar su atención, pero no hay tiempo para aquello. Ignoro su mirada algo morbosa. Le comunico que debemos ir a un hospital. Acepta poco convencida. Me llevo conmigo a Amy. Salgo. Veo a que me miran extraño. No me importa. Subimos al carro que se encuentra en el estacionamiento del edificio.

Una vez dentro y con rumbo al hospital, mi pequeña se le ocurre mencionar algo que por despistado y nervioso olvido.

—¡Tío, estás desnudo! —Freno de impacto en la entrada del hospital, haciendo que mis dos pasajeras se golpeen un poco contra su espaldar. ¿Denudo? De pronto, me reviso y obvio tengo mi calentador y sandalias. Ah, ¡Mi camisa!

Volteo.

Miro a la señora Lucía y luego a Amy.

—¿Están bien? —Entro en pánico.

Amy asiente, mientras trata de colocar su melena frondosa fuera de su rostro. La señora lucía me confirma que está bien cuando la miro. Dejo a un lado lo de mi notable semidesnudo y salgo con ellas del carro. Ingresamos al centro de salud. Apurados. 

En el rostro de la señora Lucía puedo notar su dolor. Ella es atendida de inmediato. Amy y yo terminamos por quedarnos en la sala de espera. Una enfermera se me acerca. Me dice que es inapropiado estar así en un hospital.

La persuado de que me consiga una camisa que le daré un dinero extra por su ayuda. Al principio duda, pero termina por conseguirme una de una tienda de ropa cerca.

—Esta es la primera que vi y conseguí lo más rápido que pude —se justifica cuando veo la camisa talla junior de color rosa y con un estampado que dice "I love pizza".

Le doy el dinero por su ayuda.

Reviso una y otra vez la camisa.

Tengo vergüenza.

¿Es una broma?

Miro a Amy que observa hacia el pasillo por donde se llevaron a la señora Lucía. Sé que espera que esté bien. Y no me extraña que por dentro este rezando. Me pongo la camisa para que no nos saquen del sitio.

¡Me queda por encima de mi ombligo!

Eso es poco.

Me queda ajustada y el tono... uff no quiero decir más.

La expresión de las personas que están cerca lo dice todo. Unos ocultan su risa, cubriéndose la boca con sus manos. Otros... ¡no! No quiero pensar en nada más que estar de vuelta en casa. Creo que sigo dormido. Esto solo puede ser un maldito sueño o una burla divina ante mi "nuevo estilo de vida".

Tras horas de espera aparece la señora Lucía con un vendaje en su mano herida y con un enfermero a su lado. Me levanto y tomo de la mano a Amy para que me siga. Escucho una carcajada detrás de mí. ¡Maldición!

—La señora va a necesitar una semana de descanso por la herida profunda que tiene —anuncia el enfermero, a medida que me acerco.

La señora Lucía se muestra con miras de estallar en carcajadas.

¡Por favor!

—Ella tendrá todos los cuidados que se requiera —digo, con el fin de salir lo más rápido del lugar.

Y lo logro.

Salimos del hospital tras dejar algunos datos y cubierto el gasto de la emergencia. Estando dentro del carro me acuerdo de que dejo mi identificación en la recepción. Me veo obligado a ir esta vez solo al hospital y aguantar cualquier nueva intención de burla.

Ingreso.

Voy directo hacia recepción.

La enfermera me la da.

—¿Random? —Esa voz.

Tú © - [Serie Apariencias] [Libro #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora