¿Qué estoy haciendo?
Pero ya no está bien retroceder. Si avancé hasta este punto, tal vez sea esta una oportunidad del destino para redimirme con la mujer que he lastimado.
Hacer lo correcto.
Tomo todo el valor de mí para sostener mi mirada en aquellos ojos puros. Una extrañeza en su rostro se asoma. Y no puedo hacerme el desentendido. Sé que es por el pedido de Amy y la información que agregó.
—Sí —suelta, desviando su mirada hacia mi pequeña.
—Creo que primero debemos ir a casa... —empiezo a decir. Llamo su atención. Sus ojos se amplían. Apega su bolso a su cuerpo y da una que otra estocada con sus pies sobre el piso. ¿Nerviosa?—. Necesito cambiarme esta vestimenta. —Me doy una rápida inspección. Veo en su rostro una pequeña sonrisa de lado—. Y debo poner a salvo a una mujer que está en mi auto.
Se congela.
Silencio.
¿Acabas de decir que tienes que poner a salvo a una "mujer" que tienes en tu auto? ¡¿Por qué no dijiste "la señora Lucía?!
—La señora Lucía —agrega Amy, despreocupadamente.
Dirijo mi mirada hacia mi pequeña.
Ella lo nota y me sonríe.
No, Amy.
No te ilusiones con London.
Vuelvo mi atención a London. Su expresión facial y corporal se relaja.
—Vamos. —Hago un gesto con mi cabeza de lado invitándola a seguirme.
Rodeo a Amy y me dirijo hacia la salida con ella de mi mano. London enseguida nos alcanza, ubicándose al otro extremo de mi pequeña. Después de nuestra última vez no creí que estaría en este instante cerca de su presencia y dispuesta a acompañarnos como si fuéramos una familia. Pero no lo somos. Ella de seguro debe estar pronto a casarse y planificando tener hijos con su futuro esposo. Adam.
Empuño mi mano libre, aguantando las ganas de golpear algo al saber que se casa con un idiota, porque no soy capaz de dañar su felicidad. Salimos hacia la calle y francamente no estoy preparado para ver lo que estoy viendo.
¡Mierda!
—Cuida a Amy un instante. —Me dirijo hacia London—. Por favor —ruego.
Asiente.
Agarra su mano.
Confío en London. Sé que no le pasará nada a Amy a su lado. Corro directo hacia la grúa que está decomisando mi auto. ¡La señora Lucía está dentro! Me llevo una mano en la cabeza. La veo quejarse, pero desconoce que con las ventanas todas alzadas ni se escucha su voz. Solo se puede divisar sus expresiones de susto hasta cólera. El auto inclinado totalmente enganchado a la máquina y el conductor encendiendo el motor.
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Tú © - [Serie Apariencias] [Libro #3]
RomansaAdvertencia: Debes haber leído Random y London para ingresar a esta obra. Random, ¿Qué puedo decir de él? London, ¿Qué puedo decir de ella? London creyó dejar atrás todo lo que pudiera recordarle a Random. Más de Cuatro años que nada la ata a...