¡Maldición!
Busco en todo el salón de la subasta, pero él no está. Se supone que esta noche "acordaríamos una transacción importante" con su empresa y la que patrocino. El pez gordo sabe cómo desaparecer.
Adam no está.
Las chicas son subidas al podio. El subastador hace la respectiva presentación. Las luces se atenúan y enfocan de manera estratégica a las presas de esta noche. Empuño mis manos. La frustración es tal, porque solo bastaba una firma para dejar caer la máscara de Adam.
London.
Quiero olvidarla por esta noche. Quiero refugiarme en algo que no sea otra mujer. Ninguna saciedad de lujuria se completa si no es con ella. Miro hacia la primera subastada. La reconozco. La chica de talla grande. Shannon.
Sus ojos avellana buscan entre el público las caras de los asistentes. Imagino que hace eso para asimilar que tal vez hoy se vaya con uno de los de tercera edad que tienen ocupadas las primeras mesas. Entonces, en un instante, ella me mira. Sonríe. Y algo dentro de mí corresponde a esa sonrisa picara que me brinda. Pero no es London. ¡Maldita sea! No lo es. Y por más atractiva que sea, no sucumbiré en ser su postor.
—¡Cien mil! —grita, un hombre de mediana edad, atlético y de presencia imponente que con solo una mirada a su vestimenta cualquiera puede deducir que se trata de un magnate.
Me declino por observar la expresión de Shannon al darse cuenta quién es su primer postor. Pero ella no lo ve. Sus ojos siguen puestos en mí; fijos y cargados de erotismo. Niego con la cabeza. Una corta tormenta de dudas en mi mente se corta a raya. El celular me salva.
La vibración de este en mi bolsillo alivia mi corta y extraña distracción. Me movilizo fuera del salón. Tomo enseguida la llamada. El nombre de alguien que ha estado ausente resalta en la pantalla.
—¿Random? —Su voz no ha cambiado nada. Ni los años y las tragedias eliminan ese tono oculto de entusiasmo cuando habla.
—Dime, Frank.
—Voy a ir sin rodeos en esta llamada.
—Menos mal —digo, sarcástico.
—Encontré a quién venderle Modelcorp.
Me quedo callado solo por segundos en los cuales Frank aprovecha a terminar su "noticia".
—Junto con todo lo que implica ser su dueño. —Suspira—. El Heaven también está en los planes.
Estoy confundido.
—¿El Heaven? —pregunto desconcertado.
—Random, ya nada te impedirá ser libre. ¿No te alegras? Eso es todo lo que querías. Ya no tendrás una parte oscura que ocultarte a alguien. Recibirás todo el dinero que te corresponde como socio.
—¿Y quién es? —me limito a preguntar.
—Adam Craddock.
Me quedo en silencio. Ni siquiera sé que responder ante eso. Hoy iba a firmar un acuerdo de sociedad, pero el maldito se fue por lo grande. Corto la llamada. Camino y camino sin rumbo hasta que me veo fuera del edificio que por años ha sido una fachada de agencia de modelaje. Miro al cielo.
Caigo.
Caigo de rodillas en la acera transitada. Todos los transeúntes solo me esquivan. Seré libre. No le mentiré a Amy nunca más de mi ausencia en las noches. Pero, ¿a qué costo? London se hunde en más oscuridad con un hombre al cual cree conocer.
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Se supone que esta actualización debe ser maratón, pero no lo será. ¡Quietas ahí, pecadoras! Lo será el domingo. Pido disculpas por mi ausencia. Quise adelantar esta actualización para que no sigas esperando más.
Si no he respondidos mensajes tanto aquí como en facebook es por falta de tiempo y bajón emocional. El domingo responderé a cada mensaje dejaron y dejen. ¡Lo prometo!
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Tú © - [Serie Apariencias] [Libro #3]
Lãng mạnAdvertencia: Debes haber leído Random y London para ingresar a esta obra. Random, ¿Qué puedo decir de él? London, ¿Qué puedo decir de ella? London creyó dejar atrás todo lo que pudiera recordarle a Random. Más de Cuatro años que nada la ata a...