Dejo de pensar en ese mensaje.
Guardo el aparato en uno de los bolsillos de mi sobretodo.
Ahora lo miro a él que se ve la confusión en su rostro. Ese minuto en que dura la lectura de aquel mensaje y volver mi atención hacia él pasa por mi mente saber por qué quiere hacernos esto.
Me lastima.
Nos estamos lastimando.
—Por favor, vete de mi casa, Adam —digo, sin vacilación. Tal vez me paso un poco de fría, pero no lo quiero aquí... siento que me ahogo, que me asfixia su cercanía.
El gesto en sus facciones cambia.
Turbia, oscura y hasta violenta en la forma en que me mira. Entonces, justo ahí, todo empieza... su máscara ante mis ojos cae.
—¡Maldición! —grita, se levanta, al tiempo que lanza la caja en mi dirección. No, esto no. Cierro mis ojos ante la impresión. No me da la oportunidad de ni siquiera de bloquear mi cabeza con mis brazos, pero no sé si desatina en su puntería o lo hace al propósito, porque ese pequeño objeto no logra estrellarse contra mí.
Aunque olvido otro detalle.
Él ya está a un paso de mí.
—Entonces, ¿qué quieres? —grita, nuevamente.
Mis ojos se desorbitan ante su intención. Es tarde para protegerme. Su furia cala en mí. Y solo soy capaz de sentir impotencia como terror. Me sujeta cada hombro y los sacude con fuerza. Soy su muñeca.
Soy su maldita muñeca hecha de trapo cuando me empuja y caigo a tropezones en el suelo.
—¡Maldición! ¿Crees que no me enteré de que te viste con él? —vocifera. Se lleva sus manos hacia su cabeza, caminando de un lado a otro.
¿Él?
No entiendo qué intenta decirme. Ni siquiera puedo pensar en nada más que un "¡Por Dios! Nunca conocí este lado de su personalidad". Tal vez, porque en todo el tiempo juntos nunca le di motivos de desobediencia, de marcar un no en pequeños detalles de la relación. Siempre fue un sí para él... siempre. Logro arrastrar mi cuerpo hacia una cajonera apegada a la pared.
En qué momento llega el dolor. En qué momento llega los traumas del golpe. Tal vez no fue violento. Tal vez solo me tropecé cuando me "soltó". ¡No! A quién miento. Él lo hizo. Y ahora lo está volviendo hacer.
—¡Déjame! —protesto, porque no logro evitar que me agarre un trozo de cabello con toda esa intensidad con las que sus manos un día sujetaron mis caderas para introducirse más en mi interior y hacerme suya. En esa circunstancia, reí a toda voz de gozo.
Ahora...
Ahora lloro en silencio.
—¿Volviste con él, maldita? —brama, arrastrándome de espalda hacia la entrada del apartamento.
Intento zafarme de su agarre, pero él es más fuerte. Incluso mi voluntad se declina ante mi desesperanza.
—¡Suéltame! —grito, a toda voz, deseando que alguien más me escuche.
—Compré su negocio con tal de eliminar cualquier rastro de conexión que hubieses tenido con él —empieza a decir, ajeno a mi compresión, porque no sé a qué se refiere—. O tú lo buscaste, ¿no? Ahora que ya no tienes nada lo buscaste a él. —Entro en pánico cuando la mitad de mi cuerpo ya no siente una base sólida. Entonces, caigo en cuenta. La escalera—. Maldito, Random.
Se detiene en su arrastre.
Al mismo tiempo que se detiene mi lucha.
Random.
¿Por qué Adam sabe de él?
¿Por qué?
—Muere, maldita puta. —Suelta su agarre con desprecio. Siento ese mismo sentimiento en esa patada que me propicia en mi cadera.
Ya no es la mitad de mi cuerpo que no siente una base sólida, ahora todo en mí se siente en el aire en un solo suspiro. Vuelvo a suspirar, pero este es más por aferrarme a la vida a pesar de que doy vuelcos sin saber si hay un final.
Un golpe en la cara.
Un golpe en la espalda.
Un golpe en los hombros.
Un golpe en las piernas.
Así va mi conteo hasta que para. Dejo de rodar tras el sonido sórdido en mi ser y lo material al quedar boca abajo contra el suelo. Me siento frágil. Una escoria. Algo que se pierde en este mundo y nadie va a saber cuándo fue su último suspiro.
Incluso él, aquel infeliz que me tiene aquí. Ese infeliz que pasa por encima de mi cuerpo y se marcha. Lo sé, porque, a pesar de no tener mis ojos abiertos, logro escuchar sus pasos y la puerta de entrada ser abierta a su paso.
Quiero vivir.
Me aferro a mi último aliento. A ese impulso de lucha. Muevo mi brazo con dificultad para sacar de mi bolsillo el celular. Vamos, London. Mis manos tiemblan, aun así, lo sujeto con esa poca fuerza que me queda. Lo atraigo hacia mí. Mis ojos entreabiertos logran apreciar a medias la pantalla.
Así que doy clic al primer número que sale en pantalla el cual automáticamente me conecta con cualquier contacto del historial. El timbre se hace eterno cuando acerco hacia mi oído el móvil. Este deja de sonar, y solo entonces hablo al filo de lo que supongo es la muerte.
—Sufrí un accidente, por favor, ayuda...
Mi voz se marchita.
Incluso mi alma.
Me dejo vencer.
—¿Ángel? ¿London?
___________________________________________________________
MAÑANA SIGO ACTUALIZANDOOOO.
ESTÁS LEYENDO
Tú © - [Serie Apariencias] [Libro #3]
Roman d'amourAdvertencia: Debes haber leído Random y London para ingresar a esta obra. Random, ¿Qué puedo decir de él? London, ¿Qué puedo decir de ella? London creyó dejar atrás todo lo que pudiera recordarle a Random. Más de Cuatro años que nada la ata a...