Capítulo XXV: Nosotros

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Estoy ignorando lo peligrosa que es la situación. Me puedo hacer daño. Estoy inquieta. Miro hacia cada rincón del sitio. Cada espacio conserva casi el mismo modelo que su antiguo apartamento. 

¡Vaya, London!

¿Hasta de eso te acuerdas?

—Listo. —Su voz, filtrándose por el pasillo—. Vamos.

Me quedo observando como su esculpido cuerpo resalta a pesar de verse cubierto más apropiadamente para la ocasión. Le asienta perfecto el jean que utiliza. Alto ahí, London. No avances más. ¡No!

Niego con mi cabeza.

Debo controlarme.

Lo veo ir hacia la señora, que ahora sé es la niñera de Amy; información proporcionada por la pequeña. Le da unas instrucciones y luego mira hacia donde estoy. No. Específicamente, mira hacia Amy que está a mi lado. La llama. Ella va enseguida hacia él. Le dice algo al oído de la pequeña y luego ella corre, adentrándose por el pasillo para después de un instante salir con una mochila, llevándola en su espalda. No sé si él me mira. No puedo ser capaz de mantener mi mirada en él por mucho tiempo. Prefiero evitarlo.

Así es como lo hago en todo momento. La pequeña a mi lado. Él yendo adelante como si de un guía turístico se tratara. Sus pasos están lejos de mí. Pasos y pasos. Espacios y espacios. Incluso en el auto soy la que va atrás sola.

Temo que estoy ha sido una mala idea.

Llegamos a una escuela de natación de nombre Splash Fit Swimming. Estaciona el carro. Nos bajamos. No lo dejo abrirme la puerta. Me adelanto. Padres llegan con sus hijos al lugar. Parece popular el sitio. Voy detrás de ellos. Random parece que fuera el padre de la pequeña. Atento, preocupado y dulce con Amy. Nadie cuestionaría lo contrario si lo viera como yo lo veo en este momento.

Él está tan distraído con la pequeña que al ellos ingresar al sitio me dan ganas de dar media vuelta y desaparecer. Quizás, solo quizás, no noten mi ausencia. Me detengo a media puerta.

—Señora, avance. —Alguien se estrella conmigo por detrás. Ese alguien que me llama señora y tiene voz de hombre.

Volteo.

Un señor que trae cargado a su hijo, de unos cinco años, en sus brazos y con mochila en mano me mira malhumorado.

—¿Alguien te está molestando, London? —Random.

Lo siento tan pegado a mí por detrás que hasta su respiración transciende la piel desnuda de mi cuello.

—No, no... —digo, rápido.

Antes de ser capaz de voltearme el niño me saca la lengua y el papá se ríe por su acción. Pero una vez dado mi movimiento no hay retorno. Olvido que está detrás de mí. Ahora su presencia grita: ¡Maldición estoy aquí!

Tú © - [Serie Apariencias] [Libro #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora