Como me gustaría volver a sentir sus manos acunando mi rostro y sus ojos, anclajes oscuros para mi alma, viéndome con devoción. Resignado, así me siento. Siendo masoquista al venir a verte hoy. Tú estás con él. Tú me miras con desprecio. En esos ojos azules cristalinos que un día tuve tan cerca anhelando que no los abandonara, pero bien sabían ellos que lo nuestro no iba a terminar bien en esa circunstancia de nuestras vidas .
Ahora aquí estoy, deseando una leve distracción tuya para desaparecer. Y lo haces, lo miras a él. Entonces, se propicia mi partida. No te arruinaré tu día. Hoy estás segura que quieres estar a su lado, pero cuando deje caer su máscara al individuo que te acompaña estaré desde ahí siempre para ti. Aunque decidas ya no ser mía.
Has de creer que esta noche fui un fantasma, una ilusión de memorias pasadas, y así es mejor. Un muerto no regresa de su tumba. Solo por hoy.
Tomo el primer taxi que desocupa una mujer. Me subo y le indico que me lleve a Brooklyn, a la parte de lugares de diversión nocturna, porque así estaré lejos de ella. Ante todo del lugar donde nos conocimos. Tantos lugares en Estados Unidos y decidiste volver aquí: a Manhattan.
Me aseguro que la niñera de Amy esté despierta y no sea como las otras anteriores que se descuidaron de su función, haciendo que mi niña corra peligro. Marco el número de casa en mi celular, antes de que llegue al dos, el aparato lo localiza en contactos.
El tráfico es terrible, más de lo usual. Es noche de eventos. Todos quieren asistir a uno. Ser figura pública de algún diario importante con su foto a lado de un famoso. Si lo logras, estás adentro en el mundo social de Manhattan. Al segundo tono contesta.
—Buenas noches, residencia del señor Harju. —La voz chillona y fastidiosa de la niñera no me alegra ni de por mucho oírla. Es una tortura a mi oído, y para los demás me imagino, pero se hace lo que se puede cuando de la seguridad de Amy se trata— ¿Algún recado?
Aclaro mi voz y digo:
—Señora Lucía, soy el señor, espero...
—Ah, sí. Disculpe.
Desapruebo su interrupción, pero no lo hago notar.
—Espero que Amy ya esté en cama.
—Sí, por supuesto.
—Perfecto. —Miro por la ventana que estamos cruzando el puente que dividen a las dos ciudades e informo—. No llegaré esta noche.
—Entendido, señor. —No hay signos de protesta en su voz, porque sabe que sus honorarios son bien remunerados. Entre más tiempo se quede, más cobrará.
Cuelgo.
Inclino mi cabeza hacia atrás. ¿Qué estoy haciendo? Hoy estará lleno el Heaven. Será el estreno de Alicia en el evento de sexo en vivo. Debería estar presente. Soy su propietario. Su representante. Ella confía en mí. Necesita de mi apoyo para lo que hará. En vez de estar a su lado, estoy aquí, dirigiéndome a un club donde pueda beber hasta que pueda aplacar algo el dolor que siente mi corazón.
London.
Mi debilidad.
Mi dolor tiene tatuado tu nombre en toda su infinita gloria. Cierro mis ojos. Procuro soltar el aire que oprime mi pecho. Ese vacío ahí. Ese espacio que está esperando por ti. ¡Maldición! Dueles. Todo desde último día en que te vi y te dejé atrás duele. Saber que piensas que estoy muerto por mi carta es mejor. A que pienses que te dejé sola en un hospital, porque no te amé. ¡Te amo! Te amo que dejarte era lo correcto en ese momento.
Tan tóxico como dicen que puede ser. Tan malo como aparento dejarme ver. Así. Así tendrás tu visión de mí cuando aparezca en tu vida, porque no habrá otra. Sé que no tuviste la certeza de mi muerte. Sabías que posiblemente estaría vivo.
—Llegamos, señor.
Me enderezo y veo al taxista que extiende su mano. Señal de cobro. Busco en mi cartera efectivo y pago. Abro la puerta y antes de que dé un pie afuera, una mano sujeta en mi muñeca una ranura de mi saco. Giro mi rostro hacia el señor que se atrevió a sujetarme. Veo que tiene una tarjeta extendida.
—Señor, tenga mi tarjeta por si requiere otra vez mi servicio. —Asiente como si supiera que lo requeriré. No es fácil no suponerlo. Suma Brooklyn, centros nocturnos, altas horas de la noche y un hombre de Manhattan a pie. Lo que da tres resultados de cómo terminará el hombre y solo una deducción de lo que definitivamente necesitará.
—Lo tendré en cuenta. —Por educación, tomo la tarjeta y la guardo en el bolsillo interno del saco.
—Gracias —dice.
Asiento. Enciende el motor dispuesto a emprender su marcha hacia otro destino. Entonces, salgo, cerrando la puerta a mi paso. Se va y yo me quedo contemplando un letrero naranja neón que dice Apple Club. Mi distracción dura poco. Dura lo que a uno le toma beberse un vaso angosto y mediano de agua en un día asoleado. Un grupo de motocicletas me observan. Desvío mi atención hacia la entrada. Un hombre alto, afro y corpulento recibe el dinero para el ingreso. Me dirijo hacia la gran cola hacia la pared de personas que esperan ingresar.
Ni a paso lento puedo evitar tropezar fugazmente con una calzada con un pequeño bache. Me recupero enseguida. Me coloco al final de una pareja joven que esperan ansiosos estar dentro del sitio. Se ven muy jóvenes para estar en un lugar como éste. Asumo que le pedirán identificación cuando llegue su turno. La fila avanza, y cuando sucede, no le piden nada. Llega mi turno. El hombre se queda observándome.
—¿Qué ocurre? —Capto su atención.
Acaricia su barbilla dubitativo.
—¿Usted no es el dueño del Heaven? —inquiere.
Parpadeo sorprendido. Una persona como él no debería de saber del Heaven. Solo lo hacen los más altos empresarios, políticos y personas influyentes del país que no quieren ser relacionados en escándalos por tener gustos sexuales ajenos a la moral de la sociedad. En lo que demora mi mente procesar una respuesta idónea, se acerca, palmea mi hombro y dice en voz baja:
—Aspiré a un puesto de guardaespaldas ahí, pero no pasé la entrevista. —Me encamina hacia dentro del sitio a la vez que hace una señal a otro hombre para que lo reemplace—. Usted hizo la entrevista, asumo que no me recuerda, pero yo tengo una memoria fotográfica excelente.
La luz es tenue. El ruido en el interior se empieza hacer evidente. Una música electrónica actual hace eco en las paredes. Intento recordar su rostro, pero fracaso. La entrevista fue hace dos años. Solo los mejores, confiables y sin nada qué perder se quedaron. Al principio todos eran aptos a manera profesional. Excepto que los investigamos y descartamos a los que tenían familia. Debió el hombre estar en la lista de quienes tenían a alguien por quién convertirse en material débil para la compañía si nuestra competencia los asediaba.
—Si tienes una memoria así, de seguro eras un candidato fuerte —resuelvo decir—, pero sabes la política de no familia.
—Sí, lo sé. —Logro escucharlo.
Suelta su mano de mi hombro. Se aleja para retornar a su puesto de trabajo. Avanzo un poco más por el pasillo y veo un salón repleto de parejas bailando al ritmo de la música. Apenas el bar tiene un asiento libre que enseguida es ocupado por una esbelta rubia. Necesito un lugar más solitario. Me vuelvo para regresarme por donde vine. Mi celular vibra. Lo saco de mi bolsillo y verifico quién es.
Alicia.
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✓Disculpen la demora. Con Wattpad loco no actualicé en el día en que lo haría, pero aún no termina la primera semana de este año así que, estoy a tiempo.
✓Espero que hayan tenido un excelente inicio de año.
✓Nuevos personajes.
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Tú © - [Serie Apariencias] [Libro #3]
RomanceAdvertencia: Debes haber leído Random y London para ingresar a esta obra. Random, ¿Qué puedo decir de él? London, ¿Qué puedo decir de ella? London creyó dejar atrás todo lo que pudiera recordarle a Random. Más de Cuatro años que nada la ata a...