Uno.

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Capítulo uno.

¿Cómo podía calificar a este día? Tal vez "espantoso" o tal vez "desastroso." Estaba segura de que lograría conseguir ese empleo, aunque no estoy totalmente segura de que ser una mucama seria mi fuerte. Mientras estoy en mi cama, observando el techo, pienso y analizo la situación en la que me encuentro. Sin dinero, con un empleo de camarera espantoso y tener soportar que esos ebrios me manoseen. No, no lo merezco.

Por otra parte, aún tengo la esperanza de que todo cambiará, que las cosas mejorarán y encontraré otro empleo. Cierro los ojos e intento dormir pero no puedo lograrlo. ¿Por qué él no me aceptó? Tal vez fue a causa de mi atuendo, pero era lo más formal que tenia, pero si me aceptaba ¿qué iba a pasar conmigo? Es decir, ¿Estaría a la altura de las circunstancias? El parecía ser un hombre muy serio, tal vez deba agradecer su rechazo.

(...)

Las 9:00 de la mañana, justo a tiempo. Tomo mi ropa deportiva y me dirijo a la ducha.
Las calles están solitarias, al menos por este parque, desde que entre a ese bar me obligaron a estar en forma para que el uniforme me siente mejor. Una, dos, tres y cuatro vueltas, aún no es suficiente. Ya por la séptima decido regresar a mi muy acogedora casa. Preparo té con galletas, por ahora solo eso. Tomo el periódico, ya comprado, y reviso mientras desayuno. ¿Cómo es posible que no haya nada? Pero hay algo que me atrae, "promotora", aunque pensándolo bien sería casi lo mismo que mesera, pero supongo que es mejor.
Me ducho, selecciono mi mejor vestimenta y salgo directo hacia la dirección, espero tener más suerte.

(...)

El lugar es bastante grande y el decorado es único, me dirijo a lo que sería la recepción, donde se encuentra un chico rubio, no muy alto pero tampoco muy bajo. Al notar mi presencia sonríe, por Dios, que sonrisa.

—Buenos días señorita, ¿qué se le ofrece?

—Buenos días —logré decir. —, vine por el empleo.

—Muy bien, tendrá una entrevista como todas. —sonríe pero sin dejar de observar la pantalla del ordenador. —En quince minutos el señor Rose estará libre. ¿Desea esperarlo o le programo una cita?

—Prefiero esperarlo. —sonrío tímidamente.

—Está bien, espere un momento —marca un número en el teléfono que tiene en frente —¿Señor Rose? Sí, tengo ante mí a una joven. Si por el empleo. Prefirió esperarlo. ¿Está seguro? Lo que diga, señor —cuelga. —Ahora está libre. —hace una seña a un joven pelinegro, el cual se acerca —Lleva a la señorita —me mira.

—Charlotte Johnson.

—Lleva a la señorita Charlotte hasta la oficina del señor Rose.

—Como diga. Acompáñeme, por favor.

Seguí a ese joven hasta que llegamos a una puerta, supuse que era la oficina. Golpeó una vez y se oyó un "adelante", abrió la puerta y se hizo a un lado. Al entrar me encontré con una oficina, bastante... ¿Cómo decirlo? Común tal vez sea la palabra que busco, claro, a comparación de lo demás.

Mire hacia el frente, había un señor bastante joven, pelirrojo. Al verme, sonrió e hizo una seña para que me acercara y tome asiento. Así lo hice.

—Tengo entendido de que vienes a por el empleo.

—Así es, señor —su mirada me incomodaba.

—Bien, ¿tienes experiencia en el asunto?

—No, señor. Pero soy mesera,  que es casi lo mismo, es decir, me manejo muy bien con la clientela.

—Está bien, ¿y crees que podrás andar por la calle durante todo el día?

Amor por conveniencia ; Izzy Stradlin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora