Amor por conveniencia ; Izzy Stradlin.

Veinticuatro.

Capítulo veinticuatro.

[...] lo que veía ante mis ojos no podía ser la realidad, era Steven.

—Hola —dijo sonriente.

—Ah, hola Steven.

—¿Sucedió algo?

—Muchas cosas, de hecho —admití medio sonriendo.

—Puede contármelo si quiere, la invito a mi casa.

—¿Vive cerca de aquí? —cuestioné asombrada.

—Claro, como a dos casas hacia allá —señaló el lugar.

—Está bien espero no incomodarlo.

—Por favor, me gustaría que me tuteé.

—Lo intentaré —me encogí de hombros.

Por un momento creí que era el señor Stradlin, pero era sumamente imposible. Se notaba que el aún amaba a esa mujer, al parecer le gustaba sufrir. Pero no podía hacer nada.

Apenas llegamos a su casa, entramos. No era lo que me imaginaba, de hecho, la casa era inmensa. Pasamos a la sala y nos sentamos en el sofá en forma de L, mi mente divagaba lo cual dificultaba mi concentración.

—¿Entonces terminaron? —oigo que pregunta.

—Supongo que si.

—Pero lo amas.

—No, creo que no —dije con total seguridad.

—¿Entonces por qué estás triste?

—Yo no he dicho que estoy triste, estoy fenomenal —sonreí solo para darle validez a mis palabras.

—No trates de engañarme, se que muy en el fondo estás triste.

—Solo un poco, es que me acostumbre a él.

—Tal vez te enamoraste —suena seguro, sin embargo no era así. No estaba enamorada de él.

—Lo veo imposible.

—A veces hasta lo más imposible, se vuelve posible.

—Yo no quería esto.

—Lo sabemos. Mira, aquí todos estamos involucrados.

—¿A qué te refieres? 

—Todo no es lo que tú crees.

—¿Qué? Habla más.

—Lo siento, dije mucho.

—¿Es en serio? Cuéntame más, necesito saber —insistí.

—Desde esa noche prometimos no volver a hablar de ello nunca más—se cruzó de brazos y miró a otro lado.

—¡Pero qué paso esa maldita noche, por Dios!

—¿No escuchaste? Prometimos que jamás hablaríamos de eso.

—¡Pero necesito saber! —me quejé.

—Lo siento. ¿Tienes en donde pasar la noche?

—¿Por qué cambias de tema?

—Solo responde. ¿Tienes en donde pasar la noche?

—No, no tengo.

—Bien, tengo un departamento que no uso, puedes quedártelo el tiempo que necesites.

—No voy a aceptarlo.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Ni siquiera te conozco, solo te he visto unas cuantas veces.