Capítulo treinta y seis.
[...] La puerta se abrió pero, sabía que era a causa de él, pasaría la noche conmigo. Traté de entender por qué estaba al lado mío, suavemente colocó su mano sobre mi cintura. Cerré los ojos e intenté dormir, sabía que no sería nada fácil.
(...)
Las gotas de lluvia se deslizaban sobre el ventanal de vidrio que tenía en frente de mí, quería estar ahí fuera, y que las gotas lograran borrar todas mis heridas. Pero lamentablemente no podía.
Bajé a desayunar, esa vez sola, él se había ido a trabajar. Se negó a llevarme con él. ¿Qué debía hacer? Tal vez ver televisión o limpiar, algo debía hacer. Tal vez debía escribir. Fui corriendo a mi habitación recordando que tenía un viejo diario. Lo saqué, todas las hojas en blanco pero ya tenía en donde expresarme. El celular empezó a sonar. Número desconocido. Atendí.
—¿Quién habla? —pregunté curiosa.
—¿Señorita Charlotte?
—Si, soy yo.
—El señor Izzy Stradlin tuvo un accidente, se encuentra en el hospital.
En ese momento sentí como mi mundo se derrumbaba, dejé caer el celular. Me cambié y salí. Nada importaba, ni siquiera la lluvia. Llegué al hospital toda mojada, miré hacia la sala de espera, ahí estaba él sentado.
Me acerqué, en ese momento comprendí todo su juego. Él me miró y sonrió. Descarado.
—Veo que estás perfectamente —dije cruzandome de brazos.
—De hecho, si. Por cierto, la siguiente eres tu —señaló el consultorio.
—¿Hacía falta engañarme de tal modo?
—Tratándose de ti, si.
—Vine hasta aquí caminando en medio de la lluvia, estaba realmente preocupada, mi corazón casi dejó de latir por el susto. ¡Y para qué! ¿Para encontrarme con esto? —vociferé furiosa.
—Tampoco exageres.
—¿Eso piensas? En realidad sentí eso, creí que te perdería. ¿Pero sabes qué? Me iré.
—Ya estás aquí, no puedes irte —dijo en tono burlón.
—¿Eso crees? Puedo irme, y te aseguro que ni tu ni nadie podrá detenerme.
—Yo no, pero los guardaespaldas que contraté si.
—Doma, ¿aguantarán una patada en la entrepierna? No lo creo, no me conoces enojada, te aseguro que no querrías.
—Tenga —se puso de pie y me puso su saco—. Ahora ve y entrea a ese consultorio, y te aseguro que... —se queda en silencio, supuse que pensando—. Dejaré de ir a tu habitación en las noches.
—¿Es un trato?
—Claro que si.
Dudé por unos segundos, justo me nombraron. ¿Que haría? ¿Entrar y dejar que él siga con sus visitas nocturnas? ¿O entrar allí y que eso se acabe?
Obviamente eligí la segunda opción, quería dejar atrás el amor que había llegado a sentir por él. Antes de entrar al consultorio, miré a Izzy, estaba realmente asombrado, su cara lo demostraba.
(...)
Según el doctor todo estaba bien y, las cicatrices pronto desaparecerían. También me dio unas pastillas para calmar el dolor. Deseaba que existiera la cura para un corazón roto y una tienda de ilusiones. Al salir pude notar que Izzy estaba hablando por teléfono, decidí escaparme.
Cuando estaba a punto de salir, vi que él se acercaba, al lado venían dos hombres, supuse que eran los guardaespaldas. Qué ridículo. Logré esconderme, eso no sería nada fácil. Eché un vistazo, ellos ya se habían ido.
Salí tranquilamente, el aire fresco me sentaba bien, empecé a caminar en una dirección pero cuando me di cuenta, no era la correcta. Un auto frenó de golpe. Eso me trajo recuerdos. Seguí mi camino hasta que sentí que alguien me tomaba del brazo.
—¿Perdida, Charlotte?
—No, he decidido dar un paseo —mentí.
—Tu expresión no dice eso —soltó una risa burlona.
—¿Qué te parece tan gracioso? —pregunté inmediatamente.
—Por hacerte la mala escapaste y te perdiste, muy mal de tu parte.
—Es mi vida, yo mando en ella.
—En ese punto tienes razón, además, te estás mojando. ¿Sabia?
—Tu también.
—Tengo un paraguas.
—Y yo tengo tu saco.
—¿De qué te serviría eso? —enarcó una ceja, yo solo sonreí de lado.
—Observa.
Quedamos frente a frente, él me cubría con el paraguas, me quite el saco ya mojado y se lo puse, el me miraba sorprendido. Por dentro me moría de la risa.
—¿Ahora lo ves? De nada te sirvió el paraguas.
—Solo por eso, iré todas las noches.
—Hicimos un trato, debes cumplirlo —dije seria.
—¿Y si no me controlo?
—Eso lo debes manejar tu, no yo.
—Bien, ahora volvamos a la casa.
—Yo quiero seguir caminando.
—Te vas a enfermar, además, mañana en la noche tenemos una cena.
—Está bien, vamos.
Regresamos a la casa, me sequé y cambié. Agarré el diario y empecé a escribir todo lo que había sentido. Guardé el diario y bajé.
(...)
Acababamos de cenar en silencio. Sabía que él no entraría a mi habitación, hicimos un trato. Terminé de comer, dejé los platos en el lavado y fui a mi habitación. Tomé el diario y volví a escribir. Una excelente manera para desahogarme. Me cambié y me acosté. 02:30 a.m y se oían ruidos, era en la puerta. ¿Y si habían entrado ladrones? ¿Y si era Sarah? Muchas cosas se me cruzaron por la mente. Me levanté, intenté no hacer mucho ruido y abrí lentamente la puerta.
Miré al costado y allí estaba él, sentado. Parecía pensar. ¿Qué hacía a esas horas? Se dio cuenta de mi presencia.
Quería saber qué le pasaba, solo tenía que ver si él iba a contarme.
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Amor por conveniencia ; Izzy Stradlin.
Hayran Kurgu«Ten cuidado de aquellos que fingen amor por interés y amistad por conveniencia, porque ni sus palabras ni intenciones son honestas.» Fecha de publicación: 25.02.18. Hermosa portada hecha por: @vintagesoul