Trece.

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Capítulo trece.

[...] Al entrar note que ahí estaba esa mujer. Eso significaba que tendría que verla constantemente. ¡Maldición!

—Hasta que por fin llega —dijo el señor McKagan mientras se acercaba—, creí que no vendría.

—Buen día, necesitaba el empleo, debía venir. Además, ya sabe cómo se pone el señor Stradlin —sonreí.

—Ni lo mencione, estos días estuvo un poco loco, ahora sígame por favor, empezaremos con algo fácil, la señorita Sarah le enseñara las instalaciones.

—¿Y quién es ella, señor? —pregunté temerosa.

—Ven, se la presentare.

Mientras nos acercábamos hacia las demás, rogaba porque no sea esa mujer pero, maldición, notablemente era ella. ¿Qué haría? No quería estar con ella, sabía que no respondería bien.

•Bueno, las presento, Sarah ella es Charlotte, Charlotte ella es Sarah.

•Gusto en conocerla —dijo ella un tanto nerviosa mientras extendía su mano, me negué a estrecharla.

—El gusto es mío —sonreí.

—¿Usted es la hermana del señor Izzy, no es así?

—¿Hermana? —reí con sarcasmo—. Claro que no, soy la novia.

—¿Novia? —preguntó sorprendida.

—Exactamente. ¿Por qué tan sorprendida?

—No, por nada, solo que anoche cuando... —la interrumpí.

—Anoche estuve en su casa. ¿No lo recuerda? Por cierto, me encantaría que lo dejara en paz.

Esto se ponía incomodo, sabía desde un principio que haría eso. Pero no tuve control sobre mí, además, quería poner límites. No quería que me "engañen" por más que no eramos nada. Miré por un momento al señor McKagan, se notaba que estaba incómodo. Me tranquilicé y me dispuse a hacer mi trabajo.

—¿Por donde empezamos? —pregunté entusiasta.

—Prueba de vestuarios, tu primer desfile será en una semana.

—¿Tan pronto?

—Su novio lo quiso así, tiene que aprender por ahora lo básico.

—Excelente, podríamos empezar lo más pronto posible.

—Yo creo que... iré a ver que les hace falta a las chicas —intervino incómoda Sarah y se retiró.

—¿Entonces? Dónde está el vestuario.

Sin dudas eso no era lo mío, pero tendría que soportarlo por un tiempo. Tenía un plan, en un tiempo sabía que daría resultado. Caminamos hacia donde indicó.

El vestuario era bonito, pero demasiado ajustado para mi gusto. Hora y media pasó, ya no daba más, era mucho para mí. Supe que, quejándome no lograría nada.

El señor McKagan me dio autorización para que descansara, por lo cual me fui a sentar en un gran sofá. Era realmente cómodo, de a poco fui relajándome. Pero ella se acercó. ¿Qué querría?

—¿Puedo hablar contigo? —se sentó a mi lado.

—Primero, no me tutee y segundo. ¿En qué puedo ayudarla?

—Lo siento, quería disculparme con usted.

—¿Disculparse? ¿Por qué? —fingí confusión, ya tenía una idea de por qué.

—Usted sabe a qué me refiero, sabe lo que pasó.

—Ya recuerdo lo de la oficina, pero a mí no me debe ninguna disculpa, a quien se las debe es al señor Rose.

—De hecho, ayer hable con él, me perdonó... estamos juntos de nuevo —sonrió abiertamente.

—¿Puedo saber a qué hora?

—En la tarde, por suerte me perdonó, siento que amo demasiado a ese hombre y... —la interrumpí.

—¿Que ama a ese hombre? ¿Ama a mi novio?

—¿A su novio? No, claro que no, me refería a Axl.

—Si mal no recuerdo, usted fue la que tuvo relaciones con mi novio en la sala —ante eso quedó petrificada—. ¿Pero sabe qué? Acabaré ahora mismo con todo esto —me puse de pie y me imitó.

—¿Va a dejar a su novio?

—¿Qué? Claro que no, haré que su novio la deje a usted —caminé unos cuantos pasos pero me detuvo.

—No, por favor, se lo suplico.

—¿Suplicar? No sea ridícula, mujer. Ahora, con permiso.

Me dirigí hacia el señor McKagan, debía explicarle. Por suerte él entendió, de esta forma me fui hacia la empresa. Era hora de acabar con todo eso.

No había nadie en recepción, supuse que Steven se encontraba con el señor Rose, estarían en su oficina. Y fue así, ya que cuando yo estaba llegando Steven estaba saliendo, sin embargo ignoró mi presencia.
Una vez dentro me dispuse a hablar, él me miraba atento, debería admitir que al mirarlo a los ojos en ese momento me arrepentí.

—¿Y bien? ¿Que tenía que decirme? —enarcó una ceja.

—Es algo sobre su novia, señor.

—¿De Sarah? ¿Le ocurrió algo? —la preocupación que demostró hizo que mi coraje regresara.

—No, pero anoche estuvo con Izzy.

—Sí, fue a dejarle unos papeles.

—Y tener relaciones, anoche las tuvieron y soy testigo.

—No lo creo, ella juró que no lo volvería a hacer.

—Sin embargo, lo hizo.

—¿Por qué me cuenta esto? —dijo con dureza.

—Estoy con el señor Stradlin, sabe a qué me refiero, no quiero quedar mal ante los demás, no se siente nada lindo.

—¿Usted cree que deba dejarla?

—Para usted sería lo mejor, solo quise decir eso.

—Gracias —dijo con sarcasmo, el cual yo no capté.

—De nada, señor. 

—Gracias, gracias por ponerme en ridículo, estaba en una conferencia por el ordenador. ¡Ahora todos lo saben! —gritó con furia.

—Yo lo siento tanto, en serio, señor.

—Por favor váyase ahora, no quiero ponerme violento con usted... ¡Vayase! —gritó apuntando la puerta.

Eso me sorprendió de él, nunca conocí ese lado. Al salir note que el señor Stradlin estaba saliendo de su oficina. Maldije por dentro, mi nerviosismo era totalmente evidente y no quería tener que darle explicaciones. Supuse que si fingía ignorar su presencia funcionaria. No fue así.

—¡Charlotte! —gritó mientras se acercaba a mi—. ¿Qué hace aquí?

—Solucionar unas cuentas pendientes, pero todo salió mal.

—¿Qué cuentas pendientes?

—Es sobre mi vida privada, le agradecería si no se entromete —dije seria.

—Solo responda, qué asuntos.

—Ya le dije, señor, no es de su incumbencia. Ahora, con permiso, tengo cosas que hacer —continue caminando pero me tomó del brazo haciéndome detener.

—Usted vendrá conmigo a casa, ya es hora de almorzar, no estaré solo.

—Entonces llame a la mujerzuela con la que se revolcó anoche en su cocina —dije mirándolo por encima de mi hombro con dureza.

Estaba furiosa, había tenido una pésima mañana como para que le tenga que rendir cuentas. Él también estaba furioso pero a la vez asombrado. Pensé que diría algo, pero solo me respondió con una bofetada.








¡oh, izzy! o:

estoy escribiendo una nueva historia de los guns, y estoy muy emocionada porque me estoy esforzando un montónnnnnn jajajaja.

—mucho love, sam.

Amor por conveniencia ; Izzy Stradlin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora