Treinta y cinco.

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Capítulo treinta y cinco.

[...] Me acerqué lentamente, él no podía verme. En su mano tenía una foto, es la que estaba en el baúl de los recuerdos. Una foto mía. Me senté a su lado y el escondió la foto.

—No se que haya escuchado pero... —empecé a decir pero, me interrumpió.

—Fue un error, lo sé.

—Fue un error y... ¿Lo sabías?

—Claro que lo sabía.

—¿Entonces por qué actuabas de esa manera?

—Quiero que te alejes.

—¿Que quieres que yo qué?

—Que te alejes de mi, que vuelvas a tener su vida. Una sin problemas.

—¿Y si yo no quiero eso?

—Lo tendrás que hacer si quieres conservar tu vida.

—¿Quieres matarme? —pregunté atónita.

—Tal vez, debes hacer lo que le pido.

—Pero yo no quiero eso.

—¿Y crees que yo sí? ¡Solo trato de protegerte! ¿Por qué no te dejas? ¿Por qué simplemente no actúas como Sarah y ya?

—¡Porque no soy ella! Lo que siento por ti es verdadero.

—Es que no puedo creerte.

—¿Por qué no? ¿Solo ella te importa?

—¡Tal vez! Estoy confundido.

—¿Sabes qué? Me harté de esta situación de que todo esté bien y luego mal, tendremos un acuerdo. Podrás besarme y tomarme de la mano en público pero, aquí en la casa seremos dos desconocidos. ¿Te parece?

—No me refería a eso.

—¿Aceptas o no? No tengo otra proposición, decídete ahora.

—Acepto, pero nosotros... —lo interrumpí.

—No existe un nosotros. ¿Tan difícil es comprenderlo? Jamás existirá un nosotros.

—Antes no pensabas de ese modo.

—Si, antes, cuando aún tenia ilusiones, las cuales te has encargado de matarlas una por una.

—Jamás fue mi intención.

—¿Sabes cuántas veces me has repetido la misma frase? Ya te le creo —dije con cansancio.

—Que mal, porque digo la verdad.

—Ya no se qué creer, mejor iré a caminar por ahí.

—Estás toda golpeada, además, más tarde tienes una cita con el doctor.

—Entonces leeré un libro —miré el gran estante con libros.

—No se te ocurra tocarlos.

—¿O qué? —volteé y lo miré entrecerrando los ojos—. ¿Me golpearás? Ya se, me matarás, o mejor todavía, me violaras.

Él solo agachó la cabeza, otra vez había ido demasiado lejos. Me acerqué al estante y tome un libro, al abrirlo me encontré con un hueco y un arma. Así fueron casi la mayoría, entendí por qué no quería que me acercara. Lo miré, estaba acostado y tenía algo abrazando. Era la foto. Mi foto. Me puse en cuclillas en frente de él.

—Jamás quise que esto terminara así, hubo un nosotros o tal vez jamás empezó pero, en mi mente si, y ahora llegó a su final —susurré, me puse de pie y fui directamente hacia la puerta, antes de salir lo miré otra vez. En ese momento el único dolor que sentía era el de mi corazón al verlo de esa forma.

(...)

—Charlotte, abre la puerta —insistía desde afuera.

—Yo no iré a un hospital, ya estoy mucho mejor, no insistas.

—¡Debes ir! Tienes que hacerlo.

—No me interesa, me quedaré a descansar —tomé una almohada y me la lleve a la cara. Odiaba eso.

—Por favor, llegaremos tarde.

—Entonces no vayamos y listo, estoy bien.

—¿Así quiere jugar? Bueno, este juego se juega de a dos.

¿Qué quería decir con eso? No había salido en toda la tarde, no quería verlo. Imaginé que así sería por un tiempo. Esperaba que mi plan diera resultado. No oía nada, tal vez ya se había ido.

Decidí ir a darme una ducha. Me sentía mejor. Salí de la ducha, el agua logró relajarme. Me puse en frente del espejo, estaba muy golpeada y llena de raspones. Me cambié y salí. Bajé por algo de comida. Me senté a ver un poco de televisión, minutos después se oyeron voces, Izzy había regresado.

¿Cómo regresaría a la habitación? Se acercaban. Intenté esconderme pero los raspones me molestaban, decidí quedarme allí.

—Bueno ella debe estar en su habitación y... —/e quedó mirandome sorprendido—. ¿Qué haces aquí? ¿Y vestida así?

—Buenas tardes, recién salía de ducharme —dije un tanto nerviosa.

—Mira, él es el doctor Scott, el la revisará pero, por favor, vaya a cambiarse.

—Un gusto —sonreí—. Ahora mismo iré a cambiarme.

¿Qué tenía de malo mi falda y remera? Subí casi corriendo, aunque sentía el dolor extendiendose por todo mi cuerpo. Me cambié y cuando estaba a punto de salir ellos entraban.

(...)

—Me dio la misma pomada que Belén —dije mientras probaba un bocado.

—Está bien, espero que la próxima no te pongas caprichosa.

—No habrá próxima, te lo aseguro.

—Oh, claro que habrá.

—Con la pomada es suficiente —bebí un poco de agua—. Creo que iré a acostarme.

—Como tú quieras.

—Hasta mañana, Izzy.

Me levanté, dejé los platos en el lavado y me dirigí a la habitación. Me acosté de costado, estaba recordando cosas del pasado, como a Robert cuando gritaba diciéndome lo tarde que había llegado. El celular sonó, sabía que era él, lo había oído pasar hacia su habitación. ¿Qué quería?

—¿Diga?

—Te extraño —susurró.

—Número equivocado.

—¿Eres Charlotte, cierto? Entonces no me he equivocado.

—Pero tu eres Izzy Stradlin, te has equivocado.

—Te quiero —susurró y colgó.

¡No! Me negaba a caer en sus redes, no otra vez, debía seguir lo que había planeado. La puerta se abrió pero, ya sabía por qué.

Amor por conveniencia ; Izzy Stradlin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora