Ocho.

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Capítulo ocho.

[...] alguien me tomó de la cintura, ese alguien era nada más ni nadas menos que un ebrio, su aliento se filtró por mis fosas nasales, causando que se me revolviera el estómago, creí que las arcadas no tardarían en llegar pero en segundos ya estaba en el suelo inconsciente. Miré alarmada y ahí estaba él, Izzy.

—Si hubiera asistido a la cena, no hubiera pasado por eso.

—No me ha pasado nada. —dije seca.

—¿Y si yo no llegaba? De todas formas ya está acostumbrada a eso. ¿No es cierto?

—Si, claro señor. —escupí cada palabra y me dirigí hacia la barra, él me siguió. —¿Qué quiere?

—La cena aún está en pie.

—Yo no he aceptado, además, sabe muy bien que no lo haré. —apreté con fuerza la mandíbula.

—No sé a qué se refiere.

—Se perfectamente que le ha pagado a mi jefe. —di media vuelta para mirarla fijamente.

—Por eso, ahora debe venir conmigo. —dijo de tal manera que casí me eche a reír. ¿Así de simple eran para él las cosas?

—¿Pero qué se ha creído?

—Solo la he invitado a cenar, qué hay de malo en eso.

—No me refería a la cena, a lo demás. ¡Como se atreve a pagar por mi!

—Debía hacerlo, él no quería, entonces me dije a mí mismo: "el dinero soluciona todo, solo ofrécele una buena suma y asunto resuelto" y qué cree, funciono. —sonrió satisfecho.

—Pero no se percató de un problema, yo no he aceptado a esa cena.

—¿Está sugiriéndome que le pague por la cena? —arqueó una ceja.

—Dígame una cosa, ¿para usted todo es el dinero?

—La verdad es que si.

—Conmigo eso no funciona. —respondí seria. —Así que, por favor, se puede ir por donde vino.

—De aquí no me iré sin usted.

—¿Y qué hará? ¿Tomarme entre sus brazos y llevarme a su gran palacio? Ya quiero ver eso. —dije con ironía.

—Si eso es lo que quiere. —sonrió abiertamente, sus ojos verdes se tornaron en un tono oscuro.

—Espere, ¿qué?

En ese momento me cargó en sus brazos y me sacó del bar, intenté golpearlo pero me tenía sujetada con bastante fuerza. ¿En dónde rayos estaba Robert cuando lo necesitaba? A grandes zancadas, se acercó a su auto y me dejó en el para luego subirse. Apenas se sentó en su lugar le puso seguro a las puertas.

—No hablaba en serio, déjeme salir. —dije intentando abrir la puerta.

—Es inútil, está con seguro, y usted me lo dijo. —sonrió de lado. —Solo obedecí.

—Al parecer no conoce la ironía. —miré por la ventanilla.

—Ya cálmese, ahora iremos a mi "palacio."

Puso en marcha el auto. Yo no me refería a esto. Quería bajarme pero conducía a gran velocidad, no podía correr ese riesgo.
Llegamos a su gran mansión, el lugar era realmente hermoso, pero no creía llegar a pertenecer allí. Llegamos a la entrada y él bajó, al igual que yo.
La casa estaba igual de impecable, aunque esa era la tercera vez que me encontraba en ese lugar, no podía evitar observar cada detalle. Siguió caminando y yo solo me limitaba a seguirlo, al parecer me lleva al gran comedor. Me echó un vistazo por encima de su hombro, sin dudas mi vestimenta no era adecuada. Solté una risita.

Amor por conveniencia ; Izzy Stradlin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora