Quince.

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Capítulo quince.

[...] pero al entrar a mi habitación vi que había un escritorio con un ordenador, me gire y ahí estaba él sonriendo.

—Necesitará la computadora —explica casi sonriendo.

—No, no la necesito.

—Está bien pero esto sí —sacó una camara digital.

—Se equivoca, no necesito nada de usted.

—¿Por qué se comporta de ese modo conmigo?

—Será mejor que vaya a secarme —dije solo para cambiar de tema.

—Necesito que antes me responda.

—Mañana hablaremos mejor, ahora estoy cansada.

—Bien, la cena esta lista, séquese y baje —ordenó y se fue.

Tomé una toalla, y ropa. Qué más daba, mejor me ducharía.
Casi media hora después bajé lentamente las escaleras. Aún era temprano y ya tenía sueño. Mucho sueño. Al entrar a la cocina, lo vi ahí sentado esperándome... Si, esperándome.

—Hasta que llega, creí que se había quedado dormida.

—Estaba duchándome —dije mientras tomaba asiento.

—¿Duchándose? —preguntó sorprendido.

—Sí, no se sorprenda tanto, no es cosa de otro mundo.

—Recién llegó totalmente empapada.

—Eso no es impedimento para mi, necesitaba relajarme —me encogí de hombros.

—¿Le gusto mis regalos?

—Sí, pero voy a donarlos —bebí un poco de agua.

—¿Donarlos? —enarcó una ceja.
—Si, hay personas que si necesitan esas cosas de verdad.

—¿Está segura?

—Completamente, de hecho, ya tengo el lugar.

—Está bien, me parece perfecto. Y con respecto a su celular —inmediatamente lo interrumpí.

—Creo que podre sobrevivir sin él, luego tal vez me compre uno.

—Yo tengo uno, el que compro Slash.

—Agradezco que sea tan amable pero, quiero comprármelo yo.

—Necesito tener un medio de comunicación con usted —insistió.

—Está bien, ahora será mejor cenar en paz. ¿Le parece?

—Me parece, el celular está en la mesita de noche —sonrió. 

Él lo tenía todo planeado. Pero suponía que lo de las donaciones no lo tuvo en mente, al otro día debía ir a dejar las cosas. Conocía un lugar, quedaba cerca de mi antigua casa, ahí vivía una pequeña familia. Eran humildes y se encontraban en problemas económicos, una ayuda no les iba a ir nada mal.

Cenamos en silencio, por momentos sentía su mirada sobre mí, ya no era tan incómodo. Al terminar, él inmediatamente se levantó y llevó los platos hacia el lavado. Luego trajo helado, nos dirigimos a la sala, encendió la gran televisión y nos pusimos a ver una película mientras disfrutábamos del delicioso sabor del helado.

—Creo que ya iré a dormir —dije levantandome.

—Si, es un poco tarde ya.

—Que descanse.

Algo me decía que le diera un beso en la mejilla, pero solo fui a mi habitación y me puse el pijama. Me acosté y el sueño desapareció por completo, miré a la mesita de noche por simple curiosidad, ahí estaba el celular, uno igual al anterior. Por fin había acertado en algo, este empezó a sonar. ¿Sería él? Contesté.

—¿Quién habla?

—Soy yo. ¿Quién mas podría ser?
—Sí, lo siento, que tonto de mi parte.

—Está bien —casi podía sentirlo sonreír.

—¿Para qué me llamaba?

—Quería oír su voz.

—¿Se siente usted bien? —pregunté preocupada.

—Sí, muy bien. Le aconsejo cerrar su habitación con llave.

—¿Por qué lo dice?

—Trato de luchar conmigo mismo para no ir y acostarme a su lado, abrazarla, darle todo mi afecto y decirle que ya no está sola.

¿Qué le sucedía? ¿Habría bebido? Me levanté y cerré la puerta con llave, como él me dijo, ¿por qué me diría eso? Me acosté de nuevo. Él aun no había colgado.

—¿Ha estado bebiendo?

—No, no creo que el helado haya contenido un poco de alcohol.

—¿Necesita algo más? Es que estoy luchando por no quedarme dormida —mentí.

—Se que está mintiendo, solo no quiere oír la verdad. Mi verdad.

—Sin dudas ha estado bebiendo —aseguré.

—No he bebido. En fin, será mejor que la deje descansar, mañana será un gran día.

—¿Gran día? ¿Por qué?

—Recuerde mañana la presentaré ante todos como mi novia —colgó.

Oh por Dios, lo había olvidado, era al día siguiente. Mientras miraba hacia la nada, me preguntaba cómo sería si tuviese amigos. ¿Estarían de acuerdo con lo que estoy haciendo? ¿Me darían consejos? Esos consejos que en ese mismo momento necesitaba. Cerré los ojos e imaginé mi vida mejor, la vida que deseaba.

(...)

Sentí que alguien me observaba, abrí lentamente los ojos y lo vi ahí, observándome tiernamente.

—Buen día, le traje su desayuno —señaló la bandeja en la mesita de noche.

—Buen día, debe dejar de hacer eso, puedo ir hasta la cocina —sonreí.

—Prefiero traerlo yo, la esperare abajo. Por cierto, las cosas están en el auto, supuse que iba a querer llevarlas ahora.

—Ha acertado, me ducharé, desayunaré y bajaré.

—Está bien, la espero.

Ese hombre sabía como sorprender. Una vez terminada mi rutina, bajé  y él estaba hablando por celular, en cuanto me vio colgó y se acerco a mí, me tomo de la mano y en mi rostro se dibujo el asombro.

—Tendrá que acostumbrarse, así serán todas las mañanas.

—Me costará acostumbrarme, esto no es lo mío.

—Yo la ayudaré. Ahora, vamos, se nos hará tarde.

Salimos así, tomados de la mano, subimos al auto y el arrancó. Le indiqué hacia donde ir ya que el no conocía.

Amor por conveniencia ; Izzy Stradlin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora