Veintinueve.

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Capítulo veintinueve.

[...] ya había decidido mi siguiente paso, supe lo que debía hacer... Huir como una completa idiota. Salí de la habitación cerrando la puerta detrás de mi, pero no me atreví a marcharme, quedé ahí como una estúpida. Me dejé caer, estaba sentada apoyada en la puerta y segundos después hacen presentes las lágrimas. ¿Por qué no podía dejarlo? ¿Acaso esa situación podría ser peor? Sabía que debía salir corriendo pero sinceramente no podía dejarlo. Sabía que él estaba en la misma situación.

Oía su llanto, tal vez él podía oír el mío. Logré levantarme, algo me decía que debía entrar a esa habitación, pero cuando estuve a punto de hacerlo, me detuve. Di media vuelta y me dirigí a mi habitación. ¿Aún debía definirla así? "Mía", allí solo fuí una huésped, nada más que eso.
Me dolía admitirlo, todo había acabado. Entré a la habitación, pero había algo que hizo que un grito desgarrador brote de mi.

Allí estaba Sarah, muy golpeada, aún así parecía poder mantenerse en pie. En su mirada había odio, mucho odio. Mi corazón latí a un ritmo acelerado. ¿Cómo llegó aquí? Traté de calmarme. Pero su mirada me intimidaba.

—Todo estaba tan bien hasta que apareciste —su voz sonaba dolida—. ¿Por qué tenías que aparecer? —me quedé en silencio, aún seguía sorprendida—. Todo se volvió complicado, ¿crees que yo quería esto? —señaló los moretones—. Solo intentaba hacerlo feliz.

—Solo logró hacerlo sufrir —susurré.

—¿Sufrir? ¿Lo dices en serio? ¡Le di todo de mi!

—Pero nunca su amor. ¿O si?

—Trate de hacerlo feliz, lograr dibujar una sonrisa en su rostro, esa que se que tú lograste hacer aparecer. Dime, ¿cuál es tu secreto?

—¿De qué secreto habla?

—Para hacerlo feliz, por años estuve a su lado y jamás logre verlo de esa manera.

—Tal vez sea porque yo no he influido en la muerte de sus padres.

¡Rayos! Un error tras otro. No debí mencionar eso. Tal vez la enfurezca más, ella me miró, parecía estar recordando algo. Cerró los ojos por unos segundos, al abrirlos me miró fijamente.

—Jamás quise que hiciera eso, guarda mucho rencor, deberías alejarte, te puede pasar lo que me paso a mi.

—Yo se que él no sería capaz.

—¡Ay, por favor! Mató a sus padres y casi me mata a mí. ¿Qué más podrías esperar?

—Confío en él.

—Huiste de ahí adentro, sabes muy bien lo que está haciendo ahora, tiene un arma en sus manos. ¿Sabes lo que significa?

En ese momento pensé en ello e Intenté ir haciam allá, pero ella logró atraparme, me colocó un cuchillo en la garganta dejandome inmóvil. Otra vez el latido de mi corazón se aceleró. Quería verlo. Maldición. ¿Por qué tenía que pasar todo eso? Se oyó un disparo. Pensé lo peor. ¿Por qué no me dejaba ir? Con un ágil movimiento logré hacer que me suelte. Necesitaba verlo, saber que estaba bien. ¿Era así como todo terminaría?

Fui corriendo a la habitación y al entrar no lo encontré, hasta que pude verlo. Parecía destrozado en una esquina sentado, quizás llorando. No notaba mi presencia, me acerqué a él, tenía el arma a un lado, procuré abrazarlo. Esa situación debía terminar. No soportaba verlo así.

—Creí que lograría terminar con todo —susurró—. Soy un cobarde.

—No, no lo eres. Aquí soy yo la cobarde.

—Tu sabes como son las cosas.

—Lo sé, también se que... me equivoqué, se que a pesar de todo lo quiero, aunque tú no a mí.

—Debes entender que a mí me resulta un poco difícil poder expresar cualquier tipo de sentimiento.

—Entiendo, antes que nada debo advertirte algo.

—¿Y eso es? —me apartó un poco solo para mirarme a la cara.

—Sarah está en mi habitación

Me miró asombrado, se levantó y se dirigió a la habitación, segundos después regresó. Estaba más tranquilo.

—Ahí no hay nadie.

—Como que no, ella... ella estaba ahí, hasta me amenazó con un cuchillo.

—Empaca tus cosas —ordenó.

—¿Cómo dices?

—Tengo una cabaña a unos cuantos kilómetros de aquí, pasaremos unos cuantos días allí.

—Está bien, enseguida regreso.

Fui a mi habitación, estaba más segura que nunca. Mi lugar era junto a él. ¿Qué habría pasado con Sarah? Ella estuvo allí. suponía que debía dejar eso como parte del pasado.

(...)

—¿Por qué decidiste quedarse?—preguntó sin quitar la mirada del camino.

—Porque sabía que luego me iba a arrepentir.

—En dos semanas cobraré la herencia. ¿Crees que podrías aguantar?

—Si, se que estando contigo y viéndolo feliz, puedo aguantar más.

—Entonces, si yo decido pedirte que seas mi novia luego de que cobre la herencia... ¿Aceptarías?

—Claro que si, pero solo aceptaría si sientes lo mismo.

Sabía que todo marcharía bien. Aunque me intrigaba lo que podía pasar en dos semanas. Según él faltaba poco, pero había algo que me resultaba extraño, eran ruidos. Miré hacia el asiento trasero y me encontré con...

Amor por conveniencia ; Izzy Stradlin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora