Once.

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Capítulo once.

[...] ¡Iba a besarme! De un momento a otro, sus labios se posaron en los mios, mis ojos se abrieron de una manera muy exagerada mientras que los de él estaban cerrados, era la primera vez que lo veía así de relajado. Mis ojos se cerraron lentamente y de pronto me encontré siguiendo su ritmo, era un beso tierno, hermoso... Pero nos separamos a causa de la falta de aire.

—¿Se quedará —susurró aún con los ojos cerrados y su frente pegada a la mía.

—Lo siento, pero no.

—¿Qué? pero yo creí que... —lo interrumpí. 

—Pero aceptaré su propuesta.

—¿Está hablando en serio?

—Claro, pero antes debe hacer algo —sonreí casi con malicia.

—¿Y eso sería...? —enarcó una ceja.

—Deberá decirle al señor Rose lo que ha estado pasando, y sabe a qué me refiero.

—¿Qué? —se alejó de mi—. No. ¡Me niego rotundamente! ¡Es una locura!

—Entonces será mejor así, adiós y suerte.

Salí de su oficina con una sonrisa triunfante. Finalmente había ganado, aún cuando también me acababa de quedar sin empleo. Fuera de todo eso aún podía sentir sus labios sobre los míos, una experiencia inolvidable –le importas– me gritaba la vocecita de mi conciencia, un beso de esa magnitud no se lo das a cualquiera... Suponía.

Steven al parecer estaba descansando, por lo cual aproveché para despedirme de él antes de irme.

—Al parecer descansando —dije apoyando mis codos en su escritorio.

—Si, demasiado trabajo —sonrió.

—Solo vine a despedirme —dije igual o más sonriente.

—¿Te despidieron? ¿Por qué? —su tono preocupado me resultó tierno.

—En realidad, yo renuncié, era mucho para mi.

—Ya veo, el señor Izzy es muy exigente.

—Eso creo, de todos modos, fue un placer conocerte —estreché su mano—. Suerte.

—Igual tú, cuídate.

En cuanto salí de allí me sentí aliviada, respiré el aire fresco y caminé tranquilamente hacia mi casa. Aún tenía un poco de dinero, lo suficiente para un mes, o eso creía.

(...)

Después de haber dado tantas vueltas en busca de empleo, llegué a casa y prendí la televisión, como siempre, nada bueno. Tomé mi celular, la carga de la batería estaba casi agotada, decidí ponerlo a cargar.
Luego de esto preparé palomitas, el estomago me rugía, pues había estado casi todo el día en la calle. Escuché como mi celular sonaba, corrí hasta allí... Número desconocido.

—¿Quién habla? —dije medio dudando.

—Soy yo, Izzy.

—Ah, usted. ¿Qué necesita?

—Que me abra la puerta.

En ese momento mi corazón empezó a latir a un ritmo acelerado. ¿En serio estaba fuera? Dejé el celular en la mesa, y me dirigí lentamente hacia la puerta, al abrirla me encontré con él, lucia demasiado bien, aunque un poco cansado y su cabello estaba un poco alborotado.

—Permiso —entró tecleando algo en su celular y luego lo guardó en el bolsillo de su saco.

—¿Qué hace usted aquí? —pregunté cerrando la puerta.

—Vine a ayudarla, digo, se mudará a mi mansión.

—Explíquese por favor.

—Ya le dije todo a Axl.

—¿En serio lo hizo? —pregunté asombrada.

—Claro, asi que, ahora empaque lo necesario, luego se comprará ropa nueva.

—Con la mía me conformo, gracias.

—Como diga, ahora prepare sus cosas.

—¿Por qué lo hizo? —pregunté mientras caminaba hacia mi habitación.

—En serio la quiero... es decir, quiero esa herencia.

Sin duda todo era por su herencia, aún no podía creer que lo haya hecho, que se haya confesado. Subí corriendo a mi habitación, puse todo en mis maletas y bajé.

—Deje que la ayude —tomó prácticamente todas mis maletas.

—¿Está seguro de esto? —pregunté nerviosa.

—Completamente, tome su celular y vaya al auto.

Hice lo que me ordenó, desde ese momento mi vida cambiaría y tal vez me sentía bien, ya no me haría falta absolutamente nada y estaba segura de que él no me haría daño. Todo estaba listo, subió al auto y lo puso en marcha.

—Creí que no sería capaz —confesé.

—Yo tampoco lo creí, pero al final me encontré ahí en frente de él diciéndole todo.

—¿Cómo reacciono él?

—Mal, bastante mal, pero me perdonó. Eso si, no se va a casar.

—Está muy bien, ella no merece su amor —aunque sentía un poco de culpa, yo era la causante de que todo salga a la luz. ¿Debía arrepentirme?

—Él no la ama realmente —aclaró en voz seria.

—Yo he visto su mirada, vi sinceridad —insistí.

—Cambiando de tema, trabajará de modelo —una sonrisa tiraba de sus labios.

—Supongo que empezaré desde mañana.

—Claro. ¿Por qué aceptó?

—¿Aceptar qué ? —lo miré de reojo, estaba mordiéndose el labio.

—Mi propuesta.

—En realidad, como dije antes, no creí que usted fuera capaz de confesar —sonreí—. Realmente me sorprendió.

—¿Era algo así como una trampa?

—Exacto, y usted... —dudé en preguntar—. ¿Por qué me beso? —inmediatamente miré a la ventanilla.

—Creí que con eso bastaría para que se quedara.

—¿Y cómo serán nuestras vidas desde ahora? —dije solo para cambiar de tema.

—Diferente, saldremos a cenas, por eso cambiaré todo su vestuario.

—No, cuando este en la casa usare mi ropa.

—Como quiera, por mi está bien.

(...)

—Esta será su habitación, al lado está la mía.

—Perfecto —sonreí—. Esto es demasiado grande —admiré cada detalle de la habitación.

—Lo sé, así son todas.

—Si no le importa, me ducharé.

—Estaré en mi despacho, por si necesita algo —asintió y salió.

Necesitaba una ducha, eso siempre lograba tranquilizarme, hoy había pasado por muchas emociones. Al salir totalmente relajada, me puse un short corto, y una blusa blanca, la cual me andaba un tanto suelta, bajé hacia la cocina, tenía hambre, pero al pasar por el despacho vi que...

Amor por conveniencia ; Izzy Stradlin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora