Treinta y siete.

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Capítulo treinta y siete.

[...] Quería saber qué le pasaba, solo tenía que ver si él iba a contarme.

—¿Qué haces despierto a esta hora? —pregunté seguido de un bostezo.

—No puedo dormir.

—El suelo está frío, levántate de ahí.

—No quiero, prefiero quedarme aquí.

—Pero en tu cama estarás más cómodo.

—En cambio, aquí estoy más cerca de ti —susurró.

Se me partió el corazón. Tal vez sentía algo por mí. –eres su juguete– me repetía una y otra vez la vocecita. Tomé su mano y ayudé a que se pusiera de pie. Hice que pasara a mi habitación. Se acostó seguido de mi, apoyé mi cabeza en su pecho. Su corazón latía en un ritmo acelerado. Acarició mi cabello. ¿Por qué simplemente no podía ser así siempre?

(...)

Sentí que me estaban besando, era lindo pero molesto. Abrí lentamente los ojos. Era Izzy.

Estaba atada en la cama, en ropa interior. El besaba cada extremo de mi cuerpo, pero yo no quería eso. No de esa forma. En simples palabras estaba abusando de mí. Vi como se levantaba de la cama, se quitaba el pantalón y el bóxer, tomó un paquetito y lo abrió, era un preservativo. ¡Oh no! esperaba que no lo haga. Intenté escapar, pero cada intento equivalía a un golpe.

(...)

Me levanté sobresaltada, estaba completamente sudada, había sido una pesadilla. Miré a mi lado y, si, él estaba allí, estaba durmiendo. Traté de dormir otra vez.

Desperté gracias al despertador, otra vez se había ido sin mi. Tomé mi ropa y me fui a duchar. Al salir me miré en el espejo, debía pensar como tapar las cicatrices, esa noche había una cena, debía ser muy importante.

Necesitaba aire fresco. Tomé el celular y salí a caminar. Las calles estaban demasiado tranquilas, eso me agradaba. Sentí que me siguían. –Es Sarah, viene por ti– se burlaba la vocecita. Tenía miedo, era raro pero era así. Aceleré el paso, necesitaba ir a una calle que estuviera transitada. Por dios no había gente, ¿dónde se habían metido? –En sus oficinas trabajando– insistía la vocecita.

Saqué el celular y miré la hora, 9:40 a.m. Seguí caminando, sentía que se acercaban cada vez más.

Miré disimuladamente, eran dos hombres. ¿Y si los había mandado Sarah? Apresuré mas paso, de igual manera ellos mantenian el mismo ritmo. Debía hacerle frente a ello, di media vuelta y me paré en seco hasta que ellos se acercaron. Debía actuar normal, no debía mostrarme temerosa. En cuanto estuvieron en frente de mi, logré patear en la entrepierna a uno de ellos, fui a por el segundo pero este me sujetó, no tuve otra elección que pisarle el pie, de esta manera haciendo que me soltara y lo patee en la entrepierna, los dos cayeron de rodillas. Me apresuré a correr. Entré totalmente agitada a una cafetería, busqué un lugar y fui a sentarme, tomaron mi orden y espere pacientemente. El celular empezó a sonar. Atendí de mala gana.

—¿Qué necesitas?

—Saber por qué demonios golpeó a los guardaespaldas —dijo en tono furioso. Entonces ellos eran guardaespaldas. ¡Maldición! Al menos le demostré que sabía defenderme, sin querer solté una risita—. ¿Y se atreve a reírse?

—Ahora te das cuenta de que puedo cuidarme sola —respondí con orgullo.

—Aún así tendrás guardaespaldas.

—Me encargaré de que renuncien —ideas se formaron en mi mente, ninguna buena, al menos no para ellos.

—No te atreverías, además, es por tu bien.

—Se cuidarme sola —insistí.

—No dudo de eso, pero necesito sentirme seguro de que estás bien —sonaba preocupado—. Por favor.

—Está bien, pero que no me asusten.

—¿Oí bien? ¿Lograron asustarte?

—Claro que sí. ¿Qué creerías si dos hombres te siguen?

—Que me desean y quieren secuestrarme para... —se quedó en silencio, reprimí una carcajada.

—Creo que es demasiada información.

—Si, ya lo creo.

—¿Solo llamaste para decirme eso?

—No, también para decirte que me pidas un café a mi.

—Pero tu estás en...

En ese momento sentí como dos manos se posaban sobre mis ojos, él estaba allí, sin poder evitarlo cerré los ojos, quitó sus manos. En cuanto los abrí, estaba sentando en frente de mi.

—¿Cómo sabías que estaba aquí?

—Los guardaespaldas me lo dijeron.

—Entiendo —sonreí—. ¿Ellos están bien?

—Creo que sí, están en sus casas ahora.

—Lo siento tanto, pero debiste decirme.

—Es que estabas durmiendo, te veías tan tranquila y hermosa que no quise despertarte.

—Está bien, ya sabes para la próxima.

—Bien, recuerda que esta noche es la cena.

—Si, lo se, ya tengo mi vestido.

—¿Ya lo tienes? —preguntó asombrado.

—Si, era de mi madre.

—Yo te había comprado uno, está en el auto.

—Espera, ¿tu me compraste uno? —dije reprimiendo una vez más una carcajada. Era gracioso imaginarlo en una tienda llena de vestidos.

—Si, fue vergonzoso, pero todo por ti.

—Gracias, pero iré con mi vestido.

—Aún no has visto el que yo le compré, te encantará.

—Lo pensaré, ahora, si me disculpas.

Me levanté y fui al baño, necesitaba retocarme el maquillaje que llevaba, usualmente no lo usaba, pero era una gran ayuda para ocultar los raspones. Al salir vi que Izzy estaba hablando con alguien.

Amor por conveniencia ; Izzy Stradlin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora