3

259 23 0
                                    


Sus brazos rodean mi cuello mientras yo lo tomo por la cintura. Cierro los ojos y en mi mente aparece la foto de Alex. Es como si lo estuviera besando a él y no a Al.

¡Mierda!

Me separo de sus labios, dejándolo con ganas de más. Él se pone rígido y se chupa los labios, saboreando nuestro beso.

No sé en qué estaba pensando. Esto no debí de hacerlo. ¡Carajo!

—Lo lamento Al.

—No lo lamentes. Yo fui quien te beso, no tú.

—Pero te lo correspondí.

—Seamos honestos —se cruza de brazos—. La verdad ya tenía ganas de besarte. Desde que te vi no he podido dejar de pensar en todas las cosas que me gustaría hacerte a solas.

Abro ligeramente la boca, tratando de procesar sus últimas palabras.

Demonios, ¿En qué me he metido? Ahora no voy a poder zafarme de esto.

—Ale...

—No me digas que no me deseas —interrumpe.

La verdad es que en un rincón muy profundo de mi ser si lo extraña, pero no lo desea.

—Yo... este... —mi voz suena muy nerviosa. Como si me estuvieran sacando la verdad.

—¿Ya se te olvido como me lo hacías? Acuérdate como me hacías gritar de placer —sus palabras me hacen sentirme nervioso—. Extraño que me metas ese pedazo de carne.

Posa su mano en una de mis piernas y comienza a subirla lentamente hasta casi tocar mi miembro semi-erecto. Doy un respingo cuando siento su dedo rozarme el pito.

Mi entrepierna siente la necesidad de buscar un motel en donde pueda cogérmelo ahora, ya. Necesito sacarme las ganas que esté cabrón me ha dejado. —No, pero ¿Y Alex? —, mi subconsciente me hace volver a la realidad y sentirme culpable por los pensamientos tan guarros que acabo de tener.

—Al, no quiero ser grosero contigo, pero no puedo hacerlo.

Enarca una ceja.

—Como si quisieras hacerlo. ¿Crees que no me di cuenta de tu erección?

Mi cara se pone roja al instante. Me estoy muriendo de la vergüenza.

—Alejandro, no puedo hacerlo.

—¿Por qué?

—Porque... tengo novio.

Pone los ojos en blanco.

—No sé va a enterar.

—Pero lo respeto.

—Jaja, por favor. Sé que me deseas tanto como yo a ti.

Toma mi mano y la pone en su espectacular trasero redondo. Mi entrepierna se vuelve a poner dura como una piedra. Muerdo mi labio inferior tratando de tragarme las ganas de cogérmelo.

—No puedo —quito mi mano de su trasero y me levanto.

—Jul.

—No ¡Ya te dije que no! Creo que no debí hacer esto.

—Jul, no, perdóname.

—Me tengo que ir. Nos vemos.

Doy la vuelta y camino deprisa. Siento la necesidad de llorar, pero mis ojos no sacan ni una gota de agua. Solo siento el nudo en la garganta.

BETTER US | 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora