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El despertador de mi celular me hace abrir los ojos. Bostezo y enseguida me froto los ojos para abrirlos más.

Veo la hora y son las siete de la mañana. Tengo que ir a trabajar, pero no me siento con ánimos para hacerlo. Refunfuño para meterme a bañar. Con todas mis cosas lista, abro la llave del agua caliente. Veo mi reflejo en el pequeño espejo en forma circular que está colgado en el lavabo. Sí, tengo un aspecto de habérmela pasado llorando durante horas. De hecho, dejé de llorar hasta que me quedé dormido. Eso es uno de los placeres más maravillosos de las personas que son depresivas.

Salgo del baño. Mientras entro al cuarto me seco el cabello con la toalla. Abigail sale de su cuarto y me toma por el hombro. Volteo y la miro. Su cabello está un poco alborotado y aun lleva el pijama puesto.

—¿Estás bien?

Mis facciones se tensan ante esa pregunta. Bajo la mirada y evito tener contacto visual con ella. No quiero ponerme a llorar ahorita, hasta ni para eso tengo ganas.

—Al rato que llegue te digo, ahorita no quiero hablar de eso y me tengo que ir a trabajar.

—Bueno.

Doy la vuelta y cierro la puerta. Suspiro profundamente y después tomo mi celular. No he revisado si tengo mensajes de Alex, no quiero verlos ahorita y más si es para decirme que me aleje de él. Como siempre.

Salgo de mi casa y camino hasta la esquina para tomar el taxi. Subo y me recuesto en el asiento. Miro por la ventana, veo a la gente, casas, avenidas y también veo las nubes grises con relámpagos. Esto no puede ir mejor. Antes de llegar al trabajo las gotas de lluvia caen en la ventana. Cierro la puerta del taxi y la lluvia me moja el rostro, los hombros y el cabello.

Camino por todas las mesas hasta llegar a la parte de la cocina donde todos mis compañeros de trabajo están reunidos.

Los saludo moviendo la mano. Creo que todos notaron mi estado de ánimo tan bajo, porque han puesto cara de querer saber porque estoy así. Más que nada porque yo siempre sonrió, a pesar de que me sienta triste o me hayan roto el corazón, yo siempre sonrío, ante todo. No dejo que nada afecte en mi entorno, pero está vez es diferente, está vez si me dolió.

Me pongo el mandil y Martha aparece con una gran sonrisa. Al acercarse más a mí, noto que su cabello está un poco mojado por la lluvia, y su ropa también.

—Hola —me abraza.

—Hola.

—Hace un buen de frío haya afuera.

Cuelga su mochila en los ganchos y se quita la camisa que trae puesta. Por suerte lleva una blusa debajo. Toma su mandil para ponérselo.

—Qué pasa, Jul, ¿por qué esa cara triste?

Alzo la mirada y veo sus ojos cafés mirándome y examinándome. Abro la boca para procesar mis palabras, pero no puedo. Se me corta la voz y me echo a llorar en su regazo. Ella me pasa los brazos por mi espalda tranquilizándome. Yo me hundo más en su regazo. No quería hacer esto de nuevo y menos aquí, en el trabajo.

Me aparto de ella y seco mi nariz y los ojos.

—¿Qué te paso?

—Alex y yo... tuvimos un pequeño problema.

No fue un pequeño problema, fue un gran problema.

—No me digas que fue uno de sus problemas tontos.

Me quedo callado por un momento. No quiero ni pronunciar esas palabras, pero tengo que hacerlo. Ella tiene que saberlo.

—Está vez, me pidió que me alejara de él.

BETTER US | 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora