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      25 de marzo


—Bebé.

Volteo y ahí está, parado con esa gran sonrisa y perfecta.

Siento sus labios tocar mi mejilla. Cierro los ojos saboreándolo. Sus ojos brillan y la cara se le ve pálida. Como si no hubiera comido en días. Su cabello le cubre un poco la cara. Trato de hablarle, pero no puedo. Las palabras no me salen.

—Bebé —siento una pequeña zarandeada.

Suspiro muy profundo llenando mis pulmones de más aire.


—Cariño —grita infinito muy fuerte. Bueno, al menos mis oídos así lo escucharon.

Me estiro y aprieto los ojos para frotármelos. Abro los ojos y lo veo. Su cabello un poco alborotado y la cara un tono menos de su color.

Recién despertado. Que hermoso.

—Hola —le toco su rostro.

Él sonríe.

—¿Cuánto tiempo llevas ahí?

Frunzo el ceño. Me estaba espiando cuando yo dormía.

—No mucho, pero si lo suficiente para verte dormir —se ríe.

Ignoro su respuesta.

—Ven —levanto las cobijas. No me importa que vea mi abdomen desnudo. Tengo que perder ese miedo. En algún momento querrá verme completamente desnudo.

Se acuesta a mí lado y siento el frío que emana su cuerpo. Lo abrazo y beso su nuca para volver a caer en sueño.

Despierto abriendo los ojos de golpe. Infinito sigue acostado conmigo. Me pregunto si su papá ya nos vio así. Bueno, también no sé la hora que es.

—Buenos días, amor —tomo su barbilla para besarlo.

—Buenos días —pone los ojos en blanco y sonríe. —Hasta que despiertas.

No digas nada. Solo abrázame.

Lo abrazo muy fuerte. Me encanta hacer esto. Nunca quiero dejar de hacerlo. Me encanta.

—Te amo —susurro en su oído.

—Te amo mucho más.

Se levanta para mirarme.

—¿Dormiste bien?

Más que bien. Ya necesitaba descansar y dormir en una cama y no en un asiento incómodo.

—Sí, amor —me estiro y me siento en el sillón.

Se muerde el labio inferior. Yo creo es porque me está viendo semidesnudo. Oh vamos, no tengo un cuerpo como tú quisieras y como yo quisiera. Aunque, tengo que admitir que en mis brazos si tengo musculo marcado. La zona del conejo la tengo marcada y eso es lo que me gusta.

Da un paso atrás.

—Vamos a desayunar para que salgamos.

Encantado de salir contigo.

Da la vuelta para dirigirse a la cocina. Busco mi playera y me la pongo. Tomo las cobijas, las sacudo y las doblo.

Su papá aparece en la sala.

—Buenos días.

—Buenos días, señor.

Desaparece en la cocina. Levanto las cejas y tuerzo la boca. Camino hacia la cocina también, para ver qué es lo que va a preparar Alex. Espero sea algo delicioso.

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