El Gran Día

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Alex


El sonido de la alarma del celular me hace abrir los ojos. Tomo el celular para quitarla y en la pantalla está el recordatorio "Hoy es el gran día". Sonrío y con mucha felicidad me levanto de la cama. Miro la cama de Braian vacía. Me entra una punzada porque no va a estar conmigo el día de mi boda. Mi mamá abre la puerta y me saluda con su radiante sonrisa.

—¿Estás listo para esto?

—Más que eso —sonrío de oreja a oreja.

—Ve a bañarte, te tengo que preparar para antes de irnos. Pero primero vamos a desayunar.

—Sí mamá —pongo los ojos en blanco.

Salgo de la habitación y veo la mesa preparada con los platos de huevos revueltos con jamón y los vasos de jugo de naranja. Me siento a desayunar con mi mamá. Trato de comer bien para no pasar hambre ni mucho menos desmayarme cuando estemos diciendo los votos matrimoniales.

Levanto mi plato y el vaso, los llevo al fregadero. Es hora de irme a bañar.

Ahorita no he recibido ni un mensaje ni nada de parte de Julián, tal vez, también se esté arreglando.

Me limpio el cuerpo como unas cuatro veces y el cabello como unas tres veces, no quiero oler mal y quiero estar lo más limpio posible.

Entro a mi habitación con la toalla en la cintura. De mi cajón busco un bóxer cómodo y no tan ajustado. Paso mis piernas por mi bóxer. Me quito la toalla y es momento de sacar el traje y ponérmelo.

Primero me pongo la perfecta camisa. Paso mis brazos por las mangas y lo abotono con cuidado. Luego me pongo el pantalón. Tomo los tirantes y le llamo a mi mamá para que me ayude a ponérmelos.

Los coloca y se me queda viendo. Lleva la toalla en la cabeza y su camisón, toda vía no se arregla pero pronto lo estará.

—Te sienta bien ese color.

—Gracias —me sonrojo.

—Bueno, me iré a poner bella jaja.

Cierra la puerta. Mi celular suena, es Julián, grito de alegría.

—Hola, gordito.

—Hola, bebé. Solo quería decirte que espero no llegues tarde a la boda —se ríe—. Te amo.

—No llegaré tarde, lo prometo. Te amo más.

—Bueno, nos vemos al rato, tengo que ir a ver los últimos detalles en la hacienda.

—Sí bebé, con cuidado.

Cuelgo y sigo alistándome.

Paso los calcetines por mis pies. Los siento tan suaves que no me los quitaría nunca. Saco los zapatos de la caja y me los pongo. Estos zapatos me hacen subir uno o dos centímetros más. Pongo el moño en el cuello de la camisa y por último, el saco. Me miro en el espejo. Suspiro y cierro los ojos para relajarme. Meto la mano en la bolsa de mi pantalón y siento una hoja de papel. La saco y la hoja está perfectamente doblada. En una parte dice:


De: Braian.

Para: Alex.


Frunzo el ceño. La desdoblo con cuidado y veo la letra de mi hermano.


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