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Su silencio es tan perturbador. No sé qué este pasando por su mente o que sienta en estos momentos. Solo quiero que me diga si o no.

—¿Qué dices, infinito?

Siento preocupación.

—Acepto —susurra. Siento como si me hubiera quitado un peso enorme de encima. Mi corazón late con normalidad y siento mucha felicidad.

Coloco el anillo en el dedo correspondiente y me levanto para darle un enorme beso y abrazarlo. Al fin es mi esposo. La gente a nuestro alrededor nos aplaude y nos grita. Debo admitir que siento un poco de vergüenza por eso, pero a la vez es lindo que apoyen esto.

—Ahora te llevare a casa para informarle a tu familia y pedir tu mano.

Asiente y subimos al carro para ir a su casa.

—Y con mi hermano.

—Él ya nos dio permiso.

—Así que los dos se pusieron de acuerdo.

—Sí. Él me acompañó a comprar el anillo y todo esto —confieso.

—Qué plan tan macabro.

—No seas payaso —beso sus dulces labios.

—Pues si jaja.

Muevo la cabeza poniendo los ojos en blanco. Sin duda infinito siempre me hace reír con sus comentarios.

—Te tengo dos sorpresas más —le vuelvo a confesar.

—¿Cuáles?

—La primera es que ya no me iré a Monterrey. Ya no se hizo ese curso y decidieron hacerlo en la cadena del restaurante, así que ahora estoy de portón en portón jaja.

—¿Por qué no me dijiste eso?

—Porque era una sorpresa. De hecho ahorita estoy trabajando en El Portón que está cerca de tu casa.

—No inventes. ¿Y cuál es la segunda sorpresa?

—Primero iremos a hablar con tu mamá y después te diré la segunda sorpresa. Todo esto quiero que salga como si fuera un matrimonio "normal" —recalco.

—Aggg, está bien.

Nos tomamos de la mano hasta llegar a su casa. Abre la puerta y ahí está Braian.

—Hola, chicos.

—Hola, Braian —lo saludo con alegría.

—¿Ya le dijiste? —me pregunta muy ansioso.

—Sí —grita de alegría al escuchar mi respuesta—. Esto es tan emocionante.

—Ya.

Subimos y saludamos a mi suegra.

—Señora, quiero hablar con usted —le digo poniendo un poco de seriedad al asunto que tengo por decirle.

—¿Qué hice? —pregunta preocupada.

—Nada, nada, no hizo nada malo, al contrario, hizo algo hermoso, que fue Alex.

Soltamos una carcajada ante lo que acabo de decir, pero debo admitir que es verdad.

—Ah, menos mal.

Nos sentamos en el sofá. Braian y ella están frente a nosotros. Tomo un poco de aire para procesar mis palabras y no cagarla con lo que vaya a decir.

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