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Benjamín se quedó sin palabras. Solamente me observó taciturno e inquieto.

—Lo sé. Estás confundido y no sabes por qué actúo así.

Él negó con la cabeza.

—Entonces, te debo una explicación.

Volvió a negar. Yo fruncí el ceño muy extrañada.

—¿Qué pasa? —inquirí.

—Jeriss, me voy del país. En este momento voy a tomar el bus que me lleva al aeropuerto. Mi mamá me está esperando allá.

Si la felicidad había vuelto a mí solo era cuestión de minutos para que volviera a marcharse.

—¿Por qué?

—Porque creí que me odiabas.

—Yo no te odio, Benjamín. Te amo tanto como antes lo hacía.

—Lo siento, Jeriss. Ya tomé la decisión. 

El deseo de JerissDonde viven las historias. Descúbrelo ahora