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Hubiese estado inmensamente feliz por el hecho de tener a aquel libro en mis manos. Pero no era así, porque la persona que me lo había obsequiado posiblemente podía ser un loco acosador.

Rápidamente junto a Angie subimos a mi habitación en busca de mi laptop la cual se encontraba sobre mi cama. La cogí y levanté la tapa, estaba descargada. Busqué el cargador y los nervios me hicieron turbar los pensamientos. No encontraba el bendito cargador.

—¡Acá está! —dijo Angie mostrándomelo.

Lo conecté a la corriente de inmediato y me metí al navegador de la computadora.

En Google tecleé "Gabe Rodd." El único resultado que obtuve fue la cuenta de Facebook desde la que él me escribía.

—No existe —susurré dándome por vencida.

—No, sí existe, solo que se esconde tras un pseudónimo —agregó Angie. 

El deseo de JerissDonde viven las historias. Descúbrelo ahora