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—Yo... —traté de articular palabra alguna, pero mi respiración estaba demasiado acelerada.

—Tranquila. Respira hondo. No te exaltes.

Solo asentí con la cabeza mientras mi pulso cardiaco bajaba. Segundos después por fin me calmé.

—¿Estás mejor?

Nuevamente asentí.

—¿Qué pasa?

Y el tic pendejo de privarme apareció nuevamente, pero esta vez solo me quedé mirando al infinito. Así como si nada hubiera a mí al rededor; solo él, Benjamín.

—¿Jeriss?

No dejé pasar más tiempo. Saqué sus notas de mi chaqueta y se las mostré. Él se notó algo confundido.

—Creí... creí que no ibas a leerlas...

—Pero lo hice, ¿y sabes qué? Solo bésame y no digas nada.

El deseo de JerissDonde viven las historias. Descúbrelo ahora