Capítulo 9

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Sorpresas

BEATRIZ

Verónica está enojada, lo sé. Siempre que se enoja la ceja derecha se levanta más que la otra, igualita a su padre.

Los mandé a cuidarte porque... no quería que te pasara nada malo, los jóvenes están con las hormonas alborotadas y no quiero que te hagan daño.

Abuela, me arruinaron una cita...

¡¿Con quién?! —pregunto sorprendida, tenía una cita. ¡Dios! arruiné una posible cita—¿quiero conocerlo?

No, como se le ocurre, además no creo que quiera salir conmigo después de lo que pasó anoche —posa sus manos en la cintura.

¿Qué pasó? —dejo de hacer lo que hacía para mirarla con más atención.

Pregúntale a ellos —señala a los chicos detrás de ella que ya están parados en la entrada de la cocina—me voy, tengo clases hoy temprano.

Vero, ¿no vas a desayunar?

¡Se me quitó el hambre! —grita antes de cerrar la puerta de un portazo, suspiro.

Señora Beatriz, lo sentimos no quisimos... —habla el chico alto de lentes.

No se preocupen, ella es temperamental, discúlpenme a mí por ponerlos en esa situación —todos niegan con ímpetu.

No se preocupe, solo lo hicimos porque de verdad nos preocupa Verónica, ese chico no nos agrada —contesta el rubio de larga melena.

Gracias chicos, por preocuparse por ella —sonríen.

Igual me siento mal por hacerlos pasar por todo esto.

Los chicos y yo desayunamos tranquilamente. Después de lavar los trastes me siento a coser un rato, eso me desestresa y me ayuda a pensar.

Debo hacer algo, estos chicos son más lentos que una tortuga, si no hago algo ella empezará a salir con ese chico y mi plan no servirá de nada. Aunque después de que sea un Tauro o Capricornio no hay problema.

Cosí unos manteles hermosos que pondré en la mesa del centro y a la vez se me ocurrió una idea grandiosa.

Busco en el directorio el número de algún plomero y marco. En media hora llegó.

Buen día señor, adelante —me hago a un lado.

¿Cuál es el problema? —barre la casa con la mirada, mientras se adentra en ella.

No hay ninguno —me mira aturdido—quiero que lo cause.

Señora no entiendo.

Nadie en su sano juicio lo entendería.

Necesito que rompa una llave, dañe una tubería, lo que sea y después lo llamaré nuevamente para que la arregle —su mirada es de incomprensión y lo entiendo, debe estar pensando que estoy loca y quizás si lo esté, loca por el bien de mi nieta—le pagaré el doble.

Hubiera empezado por ahí —sonríe—muéstreme el lugar del futuro daño—guiña un ojo, sonriendo.

Lo llevo al baño que utilizan los chicos y hago que dañe la llave de la ducha. Al menos si los ve semi desnudos despierte algo en ella.

Gracias señor, lo llamaré en unos días —toma su paga y se marcha.

Esto será grandioso, espero que funcione.

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