¿A dónde vamos a parar?

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Se encontraba sentado en la barra de un bar, bebiendo su segundo tarro de cerveza, mientras pensaba en la amarga situación que le toco vivir esa tarde con su esposa.

-Maldita alquimista- murmuró entre sorbos -Desde que quedo embarazada, no ha hecho otra cosa que hacerme la vida imposible- bebió hasta el fondo, de un solo trago -¡OTRA!- gritó al cantinero, golpeando el tarro contra el bar.

Inmediatamente, llegó a sus manos otro tarro de cerveza fría, deslizándose por la barra. Nadie quería hacer enfadar a ese alto y fuerte cazador, más de lo que estaba. Por esa razón, todos los hombres del lugar, se mantenían al margen y alejados de él. Excepto una persona, Lai.

-Hola, amigo ¿Matando penas?- preguntó melancólico, haciendo señas al cantinero, mientras él asentía -Lamento haberme ido del hospital sin despedirme. No quería hablar con nadie-

Comentó, tomando un sorbo de cerveza que acababan de entregarle.

-No te preocupes, Gaia me corrió del hospital. Así que, me fui en iguales condiciones que tú-

Respondió, mirando el tarro de cerveza en sus manos, como si le diera una respuesta.

-Me lo imaginé. Tú nunca te hubieras ido de ahí, si ella no te hubiera corrido- bebió otro sorbo de su cerveza.

La imagen de esos dos hombres sentados en la barra, eran la viva representación de la frustración y la amargura, juntas.

-A veces siento que me odia, Lai. Antes de casarnos eramos tan felices. No discutíamos nunca y ahora lo hacemos, sin poder evitarlo. Sin poder evitar desatar una guerra entre nosotros, por el simple hecho de hacernos sufrir sin sentido- suspiró frustrado -¿Cómo puede haber cambiado tanto en tan poco tiempo?- miraba la cerveza entre sus manos -Creo que la vida es muy injusta. Me pregunto, ¿A dónde vamos a parar con esta hiriente y absurda actitud entre nosotros?- dijo triste, en la misma posición que hace unos instantes.

-Le estás preguntando a la persona equivocada, amigo. Tú estás casado y tienes una hija con la mujer que amas. En cambio yo, mirame...- se señaló tocando su pecho -Me encuentro confinado a vivir en una torre, alejado a kilometros de mi hija que hoy me enteré que existía, producto del amor que le tuve a una mujer, que sólo puede verme con indiferencia- mencionó a su compañero en la misma posición que él -Si tu vida es injusta, Keilot. Yo nací en la injusticia-

Ambos rieron amargamente, chocaron tarros y bebieron hasta el fondo.

-¿No creés que merecemos algo mejor? No me refiero a estar con otra mujer, yo amo a mi esposa...me refiero a poder, aunque sea, un día...no sé...ser felices ella, nuestra hija y yo- habló un poco mareado por el efecto del alcohol.

-No lo sé. Creo que uno en esta vida tiene lo que se merece. Hicimos elecciones y ahora, tenemos que aprender a vivir con ellas-

Él asintió sin mirarlo.

-Si, tienes razón. Unas muy hermosas elecciones. Pero nadie me dijo que era tan complicado-

Lai sonrió y apretó el hombro de su amigo para reconfortarlo.

-Ven, vamos a casa-

Se levantaron de sus butacas y se dirigieron juntos hasta la salida del bar.

-Gracias, Lai. Eres un gran amigo-

Palmeó su hombro con humor, un poco mejor que hace unos instantes.

-Lo sé...- bromeó, empujándolo, amistosamente.

En otro lugar, mas precisamente en el hospital de la ciudad. Una alquimista, lloraba en el regazo de su hermana, mientras esta la consolaba acariciando su cabello. La madre de ambas, había vuelto a su casa a cuidar de su nieta y alimentar a su esposo. Rogando a las chicas, que supieran comportarse en su ausencia.

Simplemente Magia O Puramente AlquimiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora