Canciones del ayer

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Las hermanas, se encontraban durmiendo en el comedor de la torre con sus cabezas apoyadas una contra la otra, el cabello despeinado, sus bocas abiertas y con ojeras más grandes que sus cuerpos. Por otro lado, un flamante vidente y un sonriente cazador con pequeñas heridas de batalla en ellos, ingresaban por la puerta del mismo, chocando puños y felicitándose el uno al otro, por su gran hazaña de la noche anterior, al enfrentarse a puños con esos sujetos. Se acercaron a la mesa de las chicas para despertarlas.

Gaia- movió a su esposa por el hombro. Ella roncaba levemente -Gaia- la llamó otra vez, sin éxito -Ni modo. En la noche hice un gran trabajo con ella. Es entendible que esté tan cansada- estiró su cuerpo y se sentó en la mesa para desayunar -¿Tú no la despertarás?- preguntó a su amigo que bebía té.

-Ni loco. Me juró que me mataría si lo hacía. Hoy quiero vivir, después de la espectácular noche de ayer- dijo orgulloso -Soy bueno-

Le guiñó un ojo a su amigo y este levantó sus pulgares, felicitándolo.

Un golpe seco se sintió en el lugar, Dea había estampado su cabeza contra la mesa. Los dos hombres la miraron como si nada y siguieron desayunando normalmente. Ella despertó adolorida, tocando su frente.

-¡Dioses! ¡Eso dolió!- frotaba su cabeza para aliviar el dolor -Buenos días- los saludó con la voz rasposa y volteó hacia su hermana -Gaia, despierta- la cabeza de ella, colgaba hacia atrás -Gaia- la movió por el hombro y seguía sin despertar -¡Ay, por favor! ¿¡De quién soy hermana!? ¡De un oso!-

Exclamó al mundo, indignada. Los dos sujetos, escupieron su desayuno para reír. Hasta las mañanas eran divertidas con esas dos mujeres.

-¿¡Un oso!? ¿¡Dónde?! ¿¡Está herido!?- despertó exaltada, buscando al oso y juntando sus manos para transmutar -Aquí no hay osos, ¿Verdad?- sus compañeros negaron sonriendo y ella se sentó de nuevo -Bien. Buen día- frotó sus ojos -Tengo hambre-

- Tú siempre tienes hambre- su hermana la empujó por el hombro -¿Qué quieres comer?- preguntó.

-No lo sé ¿Hay café?-

-Si, hay. Ven, vamos. Te enseñaré la cocina de la Torre y te presentaré al maestro Hartia-

La tomó de un brazo y se dirigieron a la cocina. Muchos jóvenes y muchachas las saludaron al pasar. Era extraño para ellos ver a otra persona igual a la hechicera, después de dos años.

-¿Eso siempre paso aquí, Lai?-

Señaló con su taza a las chicas que, eran observadas por muchachos jóvenes, al pasar. Eso era lo que más le molestaba de su esposa, al tener una hermana gemela, despertaba las más perversas fantasías en los hombres.

-Toda la vida- respondió indiferente -Siempre sucedió eso con ella. Pero Dea, es muy especial al tratar con las personas. Era selectiva para brindarle su confianza a los demás-

-Al menos en eso se parecen, después, son como el día y la noche- él asintió.

-Si, eso es cierto. Sería horrible para nosotros que sean iguales hasta en sus personalidades-

Él afirmó con su cabeza bebiendo de su café.

En otra parte de la torre, precisamente en la cocina, la hechicera de la luna junto con su hermana, la alquimista del sol, se surtían de comida y café a más no poder. Tenían hambre. Habían pasado una noche bastante agitada con los hombres que las acompañaban, sin entrar en detalles.

Simplemente Magia O Puramente AlquimiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora