Comienza la venganza

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Había anochecido y una hermosa hechicera con su hija en brazos, ingresaba a la posada del pueblo, en busca del padre de la pequeña.

-Hola señor, Leonard ¿Cómo se encuentra el pequeño Anthony?- el posadero la miró alegre.

-Buenas noches, maestra Dea. Él se encuentra muy bien, por suerte, ¿Qué puedo hacer por usted y su pequeña?-

Preguntó, maravillado ante el aspecto de la joven. Era una mujer muy atractiva, pero muy respetada en el pueblo.

-De hecho, si. Estamos buscando a un hechicero negro, llamado Lai Row, ¿Él se hospeda aquí?-

Cuestionó, bajando a su hija al suelo.

-Si, se encuentra en la habitación 22, ¿Desea que vaya a buscarlo?- preguntó amable.

-No, señor Leonard. Si a usted no le molesta, iré por él. Prometió cuidar a Eyra esta noche, mientras yo tenía una cita-

-¿Se puede saber quién es el afortunado, Señorita Dea?-

-No diría que es un afortunado. No sabe lo que le espera- murmuró acercándose a él -Con su permiso Señor Leonard, voy a buscar a Lai. Que tenga una buena noche-

Sonrió, caminando al pasillo de la habitación.

-Gracias, maestra Dea. Usted también-

La muchacha, rió ruidosamente en el pasillo. A unos cuantos metros de la recepción, se encontraba la habitación 22 en donde se hospedaba el vidente. Golpeó la puerta y él la abrió, inmediatamente. Tenía el cabello mojado, evidentemente, se había duchado. Pero la imagen que vió al abrir la puerta, lo dejó perplejo.

Ella estaba radiante, llevaba un vestido negro entallado, el pelo suelto hasta la cintura y botas hasta las rodillas. En una palabra, hermosa, con su hija a su lado tomadas de la mano.

La niña estaba preciosa, llevaba un pequeño vestido lila claro con flores y zapatitos negros, peinada su cabecita con dos simples coletas.

-Pasen, las estaba esperando- sonrió, dándoles paso -Están hermosas-

-Gracias- contestó entrando a la habitación y observando todo a su alrededor -Vaya, Lai. Tú nunca cambias. Tu habitación sigue igual de ordenada e impoluta, como siempre- él rió.

-Los hábitos nunca cambian, preciosa- había vuelto a llamarla así de nuevo, desde el día que se enteró que Eyra era su hija -Ahora, ¿No te parece que vas muy bien arreglada para una cita con ese idiota?-

Preguntó un poco incómodo, evitando mirarla más de la cuenta y levantando a su hija en brazos.

-Créeme, me puse lo peor que encontré, no pienso impresionarlo. Papá me advirtió que no lo haga y además, que pateé su amestrisano trasero- contestó riendo, acercándose a su hija y a él -Ahora, Eyra. Voy a dejarte con papá por unos...treinta minutos, más o menos- explicó, mirando su reloj -Por otro lado, Lai. Si tardó más que eso, no se preocupen, es que pasé a comprar unos dulces para ella, ¿Sí? Adiós, pórtense bien- besó a ambos y se fue.

Cuando cerró la puerta tras de sí, él se acercó apresurado a la ventana de la habitación para verla salir de la posada.

-Muy bien, Eyra. No vamos a espiar a mami- explicó apresurado, acomodando a su hija en brazos y buscando las llaves de la habitación -Tan sólo, vamos a darle una sorpresa después de que le de una lección al mecánico- la niña sonrió por las palabras de su padre. Él la miró mientras salían de la habitación -Tu madre siempre fue tan única y especial. Sólo con ingresar a una habitación sonriendo, robaba las almas de todos en ese sitio. La amaban en la Torre, pero sólo algunos pocos tenían el privilegio de acercarse a ella- contó la historia a su pequeña, saliendo de la posada -Yo era una de esas personas y por esa razón, me enamoré de ella. La amé, desde el primer momento en que la ví, pero como era apenas una niña, tuve que esperar muchos años a que creciera- sonrió a su hija, que lo escuchaba y observaba con los mismos ojos que él -Bien, aquí es. Ahora, calladita y a portarse muy bien, mientras esperamos a mami- susurró, observando por la ventana del restaurante.

Simplemente Magia O Puramente AlquimiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora