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El día de ir a clases llegó, Aless y yo nos fuimos en su coche a lo que ahora sería mi nuevo colegio.
Él estaba en otro grupo, por tanto estaría sola en ese lugar para chicos finos.

Cuando entré al salón habían pocos chicos, me senté en la parte de atrás, dejé mis cosas en el pupitre y me senté sin hacer más. Pronto, tocaron la campana de entrada y todos corrieron a meterse al salón, ya que atrás venía el profesor: un señor alto con el cabello cano pero con una gran sonrisa. Él me dejó en evidencia cuando dijo: "Creo que ya se dieron cuenta que hay una compañera nueva". Me señaló y yo sentí las miradas de todos en mi y un rubor en mis mejillas.
— Señorita, ¿quisiera presentarse por favor?—  me señaló la plataforma donde estaba y no tuve más remedio que ponerme de pie y caminar hasta donde él estaba, levanté la mirada y el grupo sólo tenía ojos para mí.

Sonreí y empecé a hablar. — Hola a todos, mi nombre es Daphne Collins Price, vengo de Londres... elegí esta carrera porque desde pequeña quise ser abogada y ahora estoy aquí para cumplirlo— . Junté mis manos entrelazando mis dedos y miré al maestro, él pidió que me aplaudieran y luego pasé a mi lugar.

Él empezó a dar su clase, después nos fuimos a otros salones y así, hasta que llegó la hora del descanso.
Me senté en una mesa de la cafetería yo sola, por el momento sólo mi grupo estaba fuera y me sentía más sola todavía.
Jugaba con el popote de mi bebida y miraba alrededor, jóvenes muy bien vestidos de diferentes edades y quizás también de diferentes carreras. La escuela ante sí sola era imponente, grandes edificios y las aulas eran bastante cómodos.

Estaba desesperada, Alessander no salía y era la única persona que yo conocía, entonces una chica alta, de cabello castaño y de ojos negros y grandes se acercó a mi.

— Hola Daphne— . La chica tenía una gran sonrisa en el rostro y sostenía una bandeja con su desayuno.

— Hola— . Correspondí a su sonrisa.

— ¿Puedo?—  señaló la silla libre y yo asentí.

— ¿Así que eres inglesa?—  preguntó con interés.

— Pues no realmente, soy de Argentina pero hace unos años nos mudamos a Londres.

— Eso es genial, ¿y qué te trajo por España?

— Eh...—  me revolví un poco incómoda. — Buscaba mi independecia— . Mentí mirando hacia el suelo.

— Vaya, a mi no me dan independecia tan fácilmente—  ella se llevó su bebida a la boca y reímos.

— Sí... me lo imagino, ¿y cuál es tu nombre?

— Uy, que tonta soy, un gusto, me llamo Miranda Polanco Sanz—  me dedica una sonrisa.

— Un gusto Miranda.

— Sí y... ¿no conoces a nadie en el colegio?

— Pues sí, a un chico de tercero.

— ¿En serio? ¿y cómo es que lo conoces?

— Porque trabajo con su madre.

— Ah, o sea que... ¿no eres de familia dominante?

— No.— admití un poco apenada. — Soy extranjera, recuérdalo.

— Perdón Daphne, perdón...

— No pasa nada, ya me acostumbraré. ¿Y tú?

— Debo admitir que yo también estoy aquí por la beca, si no estuviera en una escuela pública.

— ¿Apenas inicias la carrera?

— Sí, hace una semana que inició y pues aquí estamos.

— Que bien.— sonreímos juntas.

Buscábamos lo mismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora