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Harold.

Esa noche me tocaba estar de guardia en emergencias, así que tomé un café bien cargado para poder mantener los ojos abiertos, ya que días atrás no había podido pegar los ojos, estaba tan ocupado con la empresa y algunas historias clínicas que hasta la noche se me tenía que hacer larga.

Una llamada urgente nos alarmó a todos, había sido un accidente automovilístico y una persona nos puso al tanto.
Tuve que subir a la ambulancia a sustituir a uno de los paramédicos que no estaba ahí. Debíamos actuar inmediatamente.

En la zona ya estaban varios policías.
Cuando la ambulancia se detuvo, pudimos bajar a analizar a las víctimas que seguían dentro del coche negro, el cual había sido el más afectado.

Me puse un par de guantes que llevaba en el bolsillo derecho para tratar de salvar al chofer mientras mis compañeros maniobraban con el acompañante.

Era una chica y un chico. Me acerqué cuidadosamente al cuerpo de la chica que yacía en la silla del auto hecho pedazos, en un mar de sangre.

Casi me voy de espaldas al reconocer ese angelical rostro: era Daphne.

Ella mantenía los ojos abiertos y me susurró que la ayudara. Algo que me sorprendió y dejó en estado de shock.
No podía estar así, ella me necesitaba para salvarle la vida nuevamente.
Sin dudarlo eché mano de mis utensilios de curación y limpié sus heridas para trasladarla al hospital.

Gracias al cielo llegó otra ambulancia para subir al acompañante de Daphne quien era el menos importante ahí, ella era mi prioridad en ese momento.

Tenía serias heridas en el cuerpo y la cara, quién sabe qué había pasado ahí. Estaba con los nervios de punta y moría de ansias por llegar a la sala de emergencias.

Tuvimos que romperle un poco de su ropa para detener su sangrado de la parte de su abdomen.

Al fin llegamos y bajamos la camilla, inmediatamente, la metimos al quirófano que ya estaba listo, Ian estaba ahí y más nervioso me puse.

— ¿Qué ha pasado? — preguntó espantado mientras empujábamos la camilla.

—No sé... Daphne... Daphne...— mis manos temblaban y sentía mis piernas como flan de vainilla.

—Doctor Prescott usted no puede estar aquí, está muy alterado— sugirió el doctor Green que venía detrás de nosotros.

— ¡¿Qué?! ¡¿Por qué no?! — sí estaba enojadísimo y nervioso.

—Sólo será un estorbo, por favor apártese— dijo tajante y me arrebató la camilla.

— ¡MALDICIÓN! ¡DÉJENME ENTRAR! ¡NECESITO SABER DE ELLA!— gritaba como un loco.

— ¡Harold! ¡Harold!— Ian intentaba tranquilizarme empujándome. — ¡Entiende cabrón! ¡no puedes estar aquí!

— ¡NECESITAN DE MI! ¡MALDITA SEA! ¡TENGO QUE ESTAR ALLÍ!

— ¡POR UN DEMONIO HAROLD CÁLMATE!— gritó Ian histérico. — ¡ENTIENDE CARAY!

— ¡IAN!— traté de forcejear con él pero no lo conseguí pues él me dio un puñetazo que me hizo caer.

— ¡ENFERMERA!— sentí un piquete en el hombro y empecé a debilitar me. —Lo lamento amigo— él me dedicó una última mirada y entró corriendo a la sala de operaciones.
Sentí un gran sueño y cerré los ojos olvidándome de todo.

Cuando volví a despertar, estaba en una camilla, al lado estaba una enfermera.
— ¿Qué me pasó?— me dolía muchísimo la cabeza.

—Oh, nada es solo que...

Buscábamos lo mismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora