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Daphne.

Los días de mi estadía en Londres habían terminado y tenía que volver a Madrid.

— bueno papá, llegó el momento de despedirme — lo abracé tiernamente.

— muchas gracias por venir mi niña, me hiciste mucho bien con tu visita. Espero que regreses pronto.

— lo intentaré, quiero recuperar el tiempo perdido.

— No te preocupes por eso. Hay que crear nuevos tiempos, esa es la clave.

— Claro que sí — sonrío.

— estoy muy orgulloso de ti y de verte siendo una mujer de éxito justo como me imaginé que serías.

— gracias por creer en mí papá — mi voz salió un poco rota.

— No hay nada que agradecer. Eres mi hija, mi único motivo por el cual sigo vivo. Te adoro mi niña.

— yo también te adoro papá... Ya me tengo que ir o perderé el vuelo.

— cuídate mucho mi pequeña.

— No quiero dejarte aquí, ¿por qué no vienes conmigo a Madrid?

— No Daphne, como crees que voy a ir a darte molestias.

— en lo absoluto sería una molestia tenerte conmigo papá. Eres el hombre que me vio crecer, ¿cómo podría considerarte así?

— te lo agradezco hija pero tengo que cuidar de Luciana.

— pues sí pero allá podrían atenderla mejores médicos, todo sería más fácil si estuvieran allá.

— No hija, regresa tú. Quizá con posterioridad podremos visitarte.

— por favor papá...

— en serio Daph, tu destino es estar allá y ser una gran abogada.

Sonrío y unas lágrimas escurren por mis mejillas.

— está bien papá, voy a irme pero te prometo que volveré a visitarte— le doy un abrazo.

— estaré encantado de recibirte hija — me da un beso en la coronilla.

Salí rumbo al aeropuerto con sentimientos encontrados. Deseaba de todo corazón que papá viniera conmigo pero era cierto que tenía que cuidar de su esposa.

Al fin pude subir al avión y regresar a mi ciudad.

Llegué al departamento de Miranda para platicar con ella, aún era temprano y quizás estaba ahí.

— ¡Hey!— la saludé cuando abrió la puerta y se abalanzó a mi cuello para abrazarme.

— ¡Daph!— besó mi mejilla y nos echamos a reír. Me invitó a pasar a tomar café. — ¿Qué tal tu viaje con el doctor?— sonrió juguetona y yo bufé rodando los ojos. — ¿Se la pasaron bien?

—Al principio sí, no me recuerdes a ese estúpido, ahora cuéntame ¿qué tal las cosas por aquí?

Ella empezó a hablar animadamente de sus logros jurídicos en estas semanas, hasta que alguien me llamó.
— ¿Hola?— descolgué.

—Señorita Collins, soy Murillo.

—Dígame señor.

— ¿Cuándo piensa volver al trabajo? Ayer venció su permiso y requerimos de sus servicios, las vacaciones no corren por nuestra cuenta, ¿qué demonios le pasa?

—Perdone, hubo un problema con mi vuelo de regreso, pero en un momento más estaré ahí.

—Más le vale— finaliza la llamada.

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