Tomé el ascensor para salir del área de consultorios.
Abajo, busqué la caja para pagar la consulta y las radiografías. Vi de espaldas a Harold y tenía que pasar detrás de él, sostenía una plática con otro doctor, pero no me importaba.Fui y pagué, él se giró después de despedirse del otro doctor y yo caminé fulminándolo con la mirada.
Sentí que alguien me tomó del brazo.
— ¿Ahora ya ni siquera me saludarás? — apretó mi brazo.—Hola. ¿Contento?— respondí cortante.
— ¿Sigues enfadada?
— ¿Tú que crees? ¡suéltame!—protesté.
—Ya perdo...
— ¡Ya Harold!— grité fuerte escapándome de su agarre, muchas miradas de doctores y doctoras, enfermeros y enfermeras se posaron en nuestro acto.
Él se ruborizó e hizo señas con sus manos de que todo estaba bien. Tiré de la cinta de mi bolso. —No me vuelvas a hablar y mucho menos a tocar ¿okey?— amenacé con el dedo índice y salí rápidamente de ahí.
Eché una última mirada y él se quedó en media sala, ridiculizado al parecer. Caminé a toda prisa hasta llegar a donde había aparcado mi coche. Quité el seguro y entré. Aventé mi bolso en los sillones traseros y recargué mi cabeza en el volante. ¡Maldita sea!Me sentí un poco culpable pero tampoco iba a dejar que me pisoteara a su maldito gusto. Eché a andar el coche y en vez de regresar al despacho, me fui a casa pues en estas condiciones no podría concentrarme para trabajar y mucho menos viendo a Alessander acechando como un bicho pegajoso.
Mejor me recosté en el sofá a ver una película, una escena me llamó la atención y la dejé ahí. Hasta que entró la parte romántica, la chica y el chico se pelearon y luego se reconcilian por un accidente que él sufrió.
Que cursilerías, eso sólo pasa en las películas y libros, pero jamás en la vida real, o al menos no a mí.
Yo creí que Harold era un chico diferente, comprensivo y no celoso pero me equivoqué. Entendí que la familia Prescott era de gente mala y egoísta. A excepción de Marie, eso hay que aclararlo.Desperté en el sofá tal cual me había quedado la noche anterior, la televisión estaba encendida y entendí que me dormí mientras pensaba.
Apagué la televisión y me puse de pie para ducharme y salir corriendo al juzgado donde defendería a Aarón Capellán.
Cuando pisé la sala, ya estaban ahí los acusados, el abogado en defensa que era Phillips y la audiencia.
Tomé mi lugar al lado de Aarón. Estaba nerviosa y no me atreví a verlo a sus ojos.
— ¿estás bien? — me preguntó.
—sí... ¿Y tú?
—estoy nervioso. Tú sabes lo que ocurrió y tengo miedo a que me condenen.
—si sabías que podrías terminar en un juzgado ¿por qué lo hiciste?
—hay cosas por las que uno se tiene que sacrificar y yo decidí hacer ese sacrificio. No fue nada que no se mereciera el maldito.
—pero sabes perfectamente que ese crimen lo cometí yo— bajo la voz.
—pero alguien debía llevar esa responsabilidad en sus hombros. Lo mínimo que debes hacer es defenderme. Paul me propuso esto para que tú siguieras tu vida normalmente.
—No entiendo tus intenciones. Jafet era tu mejor amigo.
—lo era, pero te hizo daño y para ser sinceros, yo también lo habría matado.
—debo confesar, no puedes ir a prisión por algo que no cometiste.
—eso no sucederá. Prometí que te cuidaría y eso hago, aún tengo esa responsabilidad aunque no quieras aceptarlo. Sé que jamás lo volverías a hacer y que eres una mujer de bien. Por eso estoy convencido de que vale la pena arriesgarme.
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Buscábamos lo mismo
RomanceCuando Daphne Collins comete un error, emprende una aventura que la lleva a parar hasta España. Pero su entrada a la ciudad no fue tan buena, pues ingresó a un hospital de Madrid después de ser agredida ella y otras personas. Ahí es donde conoce a H...