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Al paso de los días, Alessander se estaba distanciando, yo pensé que era por la pelea que escuché entre él y Vanessa.
Y yo con mis malditos sentimientos... empecé a fijarme en el físico de Alessander, sus ojos café miel, su cabello castaño... su forma de ser...

En la Universidad lo veía de lejos como si nunca antes lo hubiera visto.
Alessander Prescott me gustaba.

Yo no era tan buena siendo discreta, así que siempre estaba embobada viéndolo.

Un día entró al estudio acompañado de Vanessa. Tardaron un rato ahí dentro, yo me preparé para ir al hospital a trabajar.

Cuando llegué, no había ningún paciente ahí. Al poco rato llegó Harold a hablar conmigo.

—Buenas tardes—. Me sonrió.

—Que tal Harold— lo vi directamente a sus ojos azules como el mar... había tanta diferencia entre él y Alessander.

—¿Estarás libre hoy?

—La verdad es que no, me toca estar hasta la mañana.

—¿Mañana no tienes clases?

—No, es sábado Harold— lo burlé.

—Cierto, cierto... de tanto pensar se me olvidan las cosas— rió.

—Me pasa lo mismo.

—Bueno...

—¿Qué tal tu día?

—Bien, pude salvar a un niño de un golpe serio.

—Que bueno, eres un gran doctor.

—Es mi trabajo y lo hago con mucho gusto.

—Me agrada tu vocación y empatía.

—Gracias— sonrió.

—Estoy pensando en tomar un curso de primeros auxilios.

—Fíjate que en este hospital dan cursos en temporada vacacional.

—¿De verdad?— junté mis manos.

—Sí, y están los mejores doctores de emergencias y paramédicos.

—¿Estarás tú?

—No lo sé, aún no me llega la invitación— bufó.

—Ah...— puse cara triste y él sonrió.

—¿Y qué te parece trabajar aquí?

—Bastante bien, me gusta el ambiente.

—Eso es excelente, ¿y por qué no estudiaste medicina?

—No, no...— reí. —Soy muy sensible en ese aspecto, si alguien se muere en mis manos me muero de tristeza yo también— me reí con ganas.

—¿Tanto así? Si se ve que eres muy fuerte.

—No lo soy en realidad— entrecerré los ojos.

—Oh bueno, es cierto que a veces ya no se puede hacer nada por nadie y tienes que ver cómo se muere y sinceramente es frustrante.

—Lo sé, por eso prefiero derecho, porque no veo morir a nadie.

—Ajá— rió con ganas.

Después lo mandaron a llamar de la sala de urgencias y él salió corriendo a atender a sus pacientes. Yo no dejaba de comparar a los hermanos Prescott.

A la mañana siguiente llegó Nancy para que yo pudiera retirarme.
Regresé a casa, y los dos hermanos venían saliendo.

—Que bueno que te apareces Daphne, estaremos fuera unos días así que estarás a cargo de mi mamá— dijo Vanessa.

—Okey señorita Prescott...

—Calculo que estaremos fuera unas dos semanas, así que por favor cuida bien de mamá— Aless me dedicó una de sus bellas sonrisas.

—Despreocúpense, yo la cuidaré muy bien.

—Más te vale, ahora andando Alessander.

—Ahora voy, bueno nos vemos luego Daph cuídate tú también— besa mi mejilla.

—Ustedes más Aless— le sonreí mientras me sonrojaba.

Él apretó mi mejilla por última vez y caminó a la salida.

¿Qué rayos me estaba pasando?
¿Harold o Alessander?

Alessander era muy lindo, Harold era muy atento pero casi nunca tenía tiempo.
Aless era quien me gustaba pero no dejaba de compararlo con su hermano... ¡Qué demonios me está pasando!
Ya había olvidado a Aarón Capellán, estaba del otro lado del mundo y era un imposible igual que Aless.

Durante esas semanas, subía a platicar con Marie Prescott antes de irme a trabajar, le daba sus medicamentos y cuidaba muy bien de ella.

Al cabo de esos días, no pasó nada interesante. Harold no me habló porque estaba muy ocupado haciendo su trabajo en otro hospital, sabía que era un buen doctor de emergencias, por eso lo ocupaban tanto.

Cuando los chicos volvieron, Aless regresó más diferente. Se volvió más atento conmigo, hasta tal grado que me invitó a salir... estaba tan emocionada y busqué uno de mis mejores vestidos para ir con mi enamorado.

Me llevó a un restaurante caro y elegante, muy elegante...
—¿Te gusta el lugar Daph?

—Sí, es muy elegante.

—Me agrada que te guste, es el restaurante que más frecuento aquí en Madrid.

—Con razón, sirven comida exquisita.

—Claro, y es un lugar muy apropiado para invitar a alguien muy especial.

Sentí un ligero rubor en mis mejillas.
—¿A qué te refieres?

—Daphne...— tomó mis manos. —¿No te has dado cuenta?

—¿De qué?

—Pues de que estoy loco por ti, si no... ¿porqué te iba a conseguir una beca y trabajo?

No podía siquiera articular palabra alguna... —¿Hablas en serio?

—Demasiado enserio...— se llevó una mano al pecho. —Quiero estar contigo.

—Aless yo...

—Por favor Daphne, si es por las clases sociales, no es nada. Cuando alguien ama, lo que menos importa es el dinero.

—No sé qué decir....

—No digas nada, solo déjate llevar—. Se puso de pie y fue a darme un gran beso en los labios. Después tomó mis manos. —Creéme Daphne... mi amor por ti es sincero.

—Yo... también... me gustas Alessander— tartamudeaba, no podía ni hablar, después de escuchar esas palabras sonrió satisfecho y tomó mis manos.
—¿Entonces?

—¡También quiero estar contigo Aless!— acuné su cara y lo besé con necesidad... de verdad quería tenerlo a mi lado.

Regresamos a la casa y yo estaba dando saltitos de emoción.
En la Universidad le conté a Miranda y ella quedó muy asombrada.

—¡¿De verdad son novios?!

—¡Sí! Lo sé es increíble... ni yo misma me creo que esto esté pasándome...

—No me queda más que decirte felicidades amiga— ella me dio un abrazo.

Habíamos quedado en que estando en la escuela éramos amigos, y estando fuera de ella éramos novios. Algo muy raro y estúpido, ya que mi sueño siempre había sido tener un novio que me presumiera con sus amigos, pero comprendía que siendo una persona importante, tenía que darle su lugar a su familia. Pasando unos días yo sinceramente me sentía un poco inferior y llegué a pensar que a él le daba vergüenza mostrarme como su novia, pero si quería estar con él, ese era el precio.

Buscábamos lo mismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora