Daphne.
—Bien, sólo tendrá que venir en tres días más a la consulta— dijo el doctor Williams mientras anotaba algo en una receta que luego dejó en la mesita.
—Muchas gracias doctor.
—No es nada...— la puerta se abrió violentamente y bajo el umbral se dejó ver a un Harold despeinado y con las mejillas sonrojadas, quizás había corrido.
—Daphne... hola...— dijo jadeando.
—Hola, ¿es hora de visitas doctor?— volví la mirada a Ian.
—Eh... no, no lo sé...— tartamudeó.
—Allá afuera está Miranda muy preocupada, ¿tú cómo estás?— dijo como si esa fuera la razón por la que llegó.
—Haz pasar a Miranda— respondí tajante.
—Antes debo hablar contigo— dijo serio.
—Regresaré después, arreglen sus asuntos— Williams se retiró y cerró la puerta tras de sí.
—Casi me da un paro cardíaco cuando te vi herida— en sus ojos se veía tristeza.
—No lo entiendo, se supone que por eso eres cirujano, soportas cualquier cosa.
—Sí las soporto, pero no el verte a ti...
— ¿Qué es lo que quieres?
—Tu perdón.
— ¿Discúlpame?
—Como lo oyes, Daphne... perdóname por favor.
—No lo sé, con tu acción veo muy difícil que vayas a confiar en mí plenamente.
—Sé que fui un niño, pero me da miedo que esas personas quieran hacerte daño.
—Por favor... es mi mejor amigo de la niñez— distorsioné un poco la verdad.
—Comprendo, por eso te pido perdón, ¿quieres que me arrodille?
—Harold... fue tu error y...
— ¡Me arrodillo!— lo hizo.
— ¡Levántate de inmediato!— grité.
— ¡Perdóname! ¡yo sólo quiero tu corazón, tu amor! ¡por favor!
— ¡Ponte de pie! — obedeció —Debo pensarlo.
—Daphne...
—Me diste mucho que desear de ti. He salido con mucho trabajo de ambientes tóxicos y si me ofreces lo mismo, prefiero no meterme. Ya bastante he sufrido.
—Entiendo— se giró sin dedicarme ni una sonrisa ni gesto. Abrió la puerta que daba al pasillo y salió dejándome sola dentro de esa habitación de paredes blancas.
Quería perdonarlo, un error lo comete cualquiera y quería saber el porqué de sus miedos, y la única manera de saberlo era hablando con él. Necesitaba una opinión.
Miranda entró muy sonriente.— ¡Qué alegría verte bien! ¡Hierba mala nunca muere!— rió con ganas y yo también.
—Tonta, aún me siento débil— fingí más debilidad.
—Ya lo sé, el doctor Williams me puso al día, es muy lindo.
—Sí que lo es, y será mi médico.
—Quién como tú, te envidio— sonrió a medias.
— ¿Miranda...?— la miré de una manera pícara.
ESTÁS LEYENDO
Buscábamos lo mismo
RomanceCuando Daphne Collins comete un error, emprende una aventura que la lleva a parar hasta España. Pero su entrada a la ciudad no fue tan buena, pues ingresó a un hospital de Madrid después de ser agredida ella y otras personas. Ahí es donde conoce a H...