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Daphne.

Salí directamente a abrazar a Miranda.
— ¿Qué pasó ahí dentro? — mi amiga estaba desconcertada.

—Sácame de aquí por favor Miranda— sollozé.

Ella recogió su bolso de la silla y sin separarme de sus brazos empezamos a caminar rumbo al ascensor.

Miranda se detuvo por un momento y una reconocida voz atravesó mis tímpanos.

— ¿Qué tiene Daphne? — era Ian pero yo ni siquiera la mirada levanté para verlo.

—No lo sé y no quiero hacerla hablar ahorita— respondió Miranda.

—Bien... iré a la habitación de Harold, hablaremos después. — Ian presionó la mano de mi amiga.

—Sí por favor, cuídate— sentí que se dieron un beso en las mejillas y luego él acarició mi coronilla y se separó de nosotras.

Miranda presionó el botón para que el ascensor se abriera, y en unos minutos ya estábamos dentro del coche de mi amiga.
— ¿A dónde vamos? — pregunta mirándome compasiva.

—A donde sea pero lejos de aquí. — me limpio los ojos.

—Okey, abróchate el cinturón de seguridad.

Obedecí y ella puso en marcha el coche.
Pegué mi mejilla en el cristal del carro, sólo veía como las nubes se movían un poco, hacía un precioso día pero el mío era de lo peor.

Llegamos a mi casa y entramos a sentarnos en el sofá.
Yo seguía con la cabeza gacha, Miranda tomó mi dorso y me veía con preocupación.

—Daphne... ¿qué pasó?

—Harold dijo que me quiere fuera de su vida— lloré.

— ¡¿Pero por qué?! — estaba escandalizada.

—Porque él cree que Fernando y yo somos algo— sequé mis lágrimas —Pero está equivocado... ya no lo buscaré más. Es un tonto y yo no pienso perder la dignidad con él. Aunque me dolerá porque yo sí lo quiero— Miranda me abrazó.

—Sé que tú eres fuerte y con o sin él, tú saldrás adelante— secó mis lágrimas.

—Gracias por creer en mí. Seguiré con mi vida, no sé qué pasa dentro de su mente pero yo tengo una vida que continuar. — paso mis manos por mi cara y tomo una bocanada de aire. —si cree que voy a rogarle está muy equivocado.

—Así se habla pequeña, así se habla— mis ojos seguían derramando lágrimas y aunque aparentemente estaba fuerte, me sentía rota, al escuchar las palabras de Harold sentí que algo se desgarraba dentro de mi ser.

No sé cómo, pero con él habíamos creado un vínculo especial, muy especial y él era importante en mi vida.
Miranda tenía razón y mi vida continuaba con o sin Harold y me di cuenta de ello, tendría que ser fuerte porque ser débil nunca trae nada bueno.

Después de unos días posteriores, decidí volver a mi ritmo normal de trabajo. Hablé con Murillo nuevamente y le expliqué que Harold ya estaba fuera de peligro y mi herida ya había cicatrizado.
Él accedió a darme mi plan de trabajo y yo me puse a trabajar.

Tenía muchísimas cosas por hacer y muchísimos sentimientos encontrados. Al menos podía estar sola en mi despacho, aislada de mi cruda y triste realidad.

Pasó mas o menos un mes, y yo no volví a poner un pie en el hospital tal como Ian había supuesto.
Buscaba maneras de ocupar mi tiempo pero nada era lo suficientemente llamativo. Pero mi herida emocional poco a poco se iba cerrando. Mi vida se había vuelto monótona y aburrida, era joven pero con humor de una anciana. Me odiaba a mí misma pero al mundo le demostraba que todo iba de maravilla y que no necesitaba de nadie para ser feliz.

Buscábamos lo mismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora