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Daphne

Desperté en la gran cama suave del hotel. Vi a Harold del otro lado de la cama observándome.
—Buenos días dormilona— me sonrió y yo le correspondí.

—Buenos días... ¿cómo llegué aquí?

—Digamos que te traje cargando porque te quedaste dormida donde no debes— rió.

—Gracias— reí con ganas.

—Vamos, arriba, que hay que desayunar para ir a explorar Londres.

—Claro, ahora te alcanzo— Harold salió de la cama con una camiseta blanca y un pantalón de algodón. Se veía muy bien así.

Yo me dirigí a la ducha para asearme y posteriormente ponerme ropa limpia.
Cuando salí de la ducha el banquete estaba a la mesa.

—A este paso voy a regresar gorda a España— señalé la comida y nos reímos con ganas.

—Por eso también hay frutas señorita— tomó un plato y luego me cedió la silla para que desayunáramos juntos.

Todo estuvo delicioso, cocinado a la perfección.

Me puse unos pantalones negros y una blusa con holanes morados acompañado de unas sandalias moradas.

Salimos a la calle para subirnos al auto que Harold rentaba en esos días.
Fuimos a la plaza y yo fui a comprar como si me hubiesen llamado con campanas.

El día se pasó volando en las tiendas de ropa, zapatos y accesorios.

Pasé a una tienda para comprar un vestido y Harold me acompañó.

Escogí uno en color rojo, ceñido a mi cuerpo y con un escote en equis en la espalda.

— ¿Cómo me veo? — le pregunté mientras posaba frente a él.

—divina— me miró sonriente. —todo te queda bien Daphne, eres perfecta.

—entonces este se va a la bolsa— sonrío y entro a cambiarme.
Me puse otros en diferentes tonalidades y a él le gustaron todos.
Sabía que los hombres no conocían de moda, así que aceptaba sus cumplidos.

Salimos de la tienda y él me ayudó con algunas bolsas.
Nos dirigimos a la heladería y escogimos una mesa que estaba en la entrada.

—Veo que te la pasaste muy bien— señaló las bolsas de compras.

—Claro que sí, gracias Harold— me acerqué a él y le di un beso en la mejilla como agradecimiento.

— te mereces todo lo bueno que existe. Eres una gran mujer que merece ser muy feliz.

— tú también mereces todo para ser feliz. Eres un maravilloso ser humano— le doy un beso cerca de la comisura de sus labios.
Él me miró y nuestras narices quedaron muy cerca la una de la otra. Moría por besarlo y justo cuando lo había decidido, alguien se acercó a nosotros, se me hizo bastante conocido pero no lograba reconocerlo a la perfección.

—Hola Daphne— el tipo se acercó.

—¿Hola?— me senté —¿Quién eres?

—¿No me recuerdas?

—Disculpa pero no...

—Soy Aarón Capellán— realzó las cejas.

—¡¿Aarón?!— me levanté y le di un abrazo— ¿Cómo sabías que estaba aquí?

—Pues yo vivo aquí, estoy al pendiente de tus padres y trabajo en la ciudad.

—¿De verdad?

Buscábamos lo mismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora