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Harold.

Pasaron dos meses. Ya estaba en el Hospital de Barcelona, y me estaba yendo muy bien.

Un día teníamos una cirugía pediátrica, yo estaba a cargo y me sentía un poco nervioso.

Los camilleros llevaron al pequeño y posteriormente lo anestesiaron.
Ya tenía puesto mi uniforme e iba a empezar a operar cuando al quirófano entró alguien más.

-Lamento mucho el retraso- era la voz de una mujer. - ¿Ya está listo el paciente?

-Ya doctora- respondió el anestesiólogo.

-Comencemos- juntó las manos.

-A la orden-exclamé y todos me vieron.

Mientras la cirugía estaba en curso nadie habló más que para pedir instrumental.

La cirugía salió excelente y el chiquillo estaba fuera de peligro.

Caminé a los vestidores después de retirarme la bata quirúrgica.

-Excelente trabajo doctor- la misteriosa doctora estaba en el umbral de la puerta quitándose el gorro.

-Gracias. ¿Doctora?

-Sí, soy la doctora Regina Reyes, soy cirujana pediatra.

-Oh mucho gusto doctora, yo soy Harold Prescott.

-Con que usted es el nuevo doctor- estrechó mi mano.

-pues ni tan nuevo, ya tengo dos meses aquí.

-pero para mí lo es. No acostumbro a hablar en las cirugías, por eso no le pregunté nada.

-descuide, yo tampoco acostumbro a conversar.

-Será un gusto trabajar con usted.- me sonríe.

-Igual- sonreí. Después salimos de los vestidores.

- ¿Gusta acompañarme a tomar algo? ¿o tiene cosas que hacer? - dice Regina.

-pues...- miré mi reloj. -Vamos, tengo tiempo.

Ella sonrió complacida y fuimos a la cafetería del hospital.
Ocupamos una mesa y pedimos nuestros cafés.

-Y ¿cómo es que llegó a este hospital? - preguntó para romper el hielo.

-Fue una invitación de parte del director.

-Eso es maravilloso- sorbeó su café. - ¿De dónde viene?

-Madrid- contesté.

-Vaya, es verdad que salen buenos médicos de ese estado- sonríe.

-Bueno eso dicen yo me considero uno más.- me encojo de hombros.

-Yo también, pero portar el gafete de este hospital, no cualquiera.- guiña.

-Eso es cierto.

-Y cuénteme, ¿tiene mucho siendo cirujano?

-Sí ya tengo mucho tiempo que ya perdí la cuenta- reí.

-Pensé que era la única.

-Pues no, no lo es.

Ella volvió a reír y continuamos conversando de trivialidades y demás.

La doctora Reyes era de cabello negro, sus ojos eran café claro y de piel blanca. Tenía una sonrisa que no desaparecía de su rostro en ningún momento.
Esperaba que al menos lograra hacerla mi amiga en todo el hospital pues era muy malo socializando con el personal.

Buscábamos lo mismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora