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Semanas posteriores, mi novio estaba ocupado como siempre.

Un día estaba en la oficina buscando unos papeles que necesitaba para un trabajo pendiente, pero al girar me sufrí un fuerte mareo.
Me agarré de unas sillas para no caerme y con cuidado me senté.
Ya era el tercer día que me atacaban los mareos así y también las náuseas que no me dejaban comer.

Miranda llegó a verme después de la hora de descanso.
—Daph, ¿qué tienes?

—Nada, es sólo un pequeño mareo.

—No creo que sea pequeño, te ves pálida...

—Debe ser sólo una enfermedad del estómago.

— ¿Cuánto tiempo llevas sintiéndote así?

—Tres días, todo me da asco.

— ¿No estarás embarazada verdad?

— ¡No! ¡no puedo estarlo no! — me escandalicé.

—Oye cálmate, primero tenemos que salir de dudas.

—No Miranda, nosotros siempre nos protegemos y...

—Pero puede fallar Daphne— habló con firmeza. —Tienes que hacerte una prueba de embarazo para estar segura.

—No...

—Sí Daphne Collins. Debes hacértela sin que Harold lo sepa, ya que si es negativa sólo quedaría el susto para nosotras y si resulta positiva pues ya pensaremos en algo.

—Me siento asustada...

—Tranquila, buscaremos un laboratorio cercano para saberlo ¿de acuerdo?

—Bien...

Mi amiga tuvo que irse y yo me quedé pensativa en lo que me había dicho... ¿embarazada?
Era imposible, no podía estarlo no... aunque sí me hacía sentir contenta pues era el resultado del amor entre Harold y yo, pero un bebé tan pronto sería un obstáculo para los dos.

Esa noche estaba muy inquieta, para mi mala suerte, Harold llegó a dormir.

—Buenas noches mi vida— depositó un beso en mi coronilla y caminó a la ducha.

La serenidad se me estaba agotando, no iba a poder suprimir mis síntomas, él era médico y podía sospechar mejor que nadie que yo no estaba bien. Aún así me enredé en las sábanas para hacerme la dormida.

Al poco rato salió y se metió entre las mismas sábanas.
— ¿Qué tal tu día? — le pregunté.

—Bastante bueno, me enteré que Vanessa se casó y no me invitó— se río.

— ¿Cuándo?

—Hace una semana. Eso está bien para ella, espero que le vaya bien.

—Yo espero lo mismo— sonreí y él bostezó.—se nota que estás muerto de cansancio.

—Sí lo estoy... perdóname cariño.

—No importa, descansa— lo besé y él cerró los ojos para dormir plenamente.

En la mañana, Miranda me esperó antes de ir a cualquier lugar.

— ¿Y si vamos al hospital donde trabaja Harold?

— ¡No! — Respondí de inmediato. — ¿Qué tal y se entera de que estuvimos ahí?

—No creo que otros médicos anden divulgando lo que le pasa a sus pacientes.

— ¿Y si nos ve?

—Decimos que soy yo la que se siente mal y listo.

—Okey, vamos a allá.

Buscábamos lo mismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora