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Harold.

Caminamos con Ian hacia la habitación de Murillo para interrogarlo.

Entré y el fulano ese ya estaba despierto.
— ¿Qué tal señor Murillo? — trataba de ser amable.

—Me siento adolorido.— hace un gesto de dolor.

—Lo imagino, ¿recuerda algo?

—Unas luces y el sonido de neumáticos rechinando contra el asfalto.

— ¿Sabe qué ocurrió? — me moría por saberlo pero debía ser discreto.

—No, sólo cuando Daphne llegó al cruce otro auto se metió sorpresivamente y ahí fue todo.

— ¿A dónde se dirigían?— soltó Ian de golpe.

—A mi casa, ella haría el favor de dejarme allí y luego girar en el próximo retorno.

—Vaya— murmuré.

— ¿A qué se debe tanta pregunta? — dijo molesto.

—Es para que cuando vengan los peritos o algo así, no estemos tan desconocidos

—Entiendo... ¿qué hay de mí?

—Tuvo lesiones en el brazo derecho y recibió un golpe fuerte en la cabeza, fue un completo milagro que usted no cayera en coma por semejante golpe.

—Oh... ¿me operarán?

—Sí, necesitamos reconstruir su codo.

—Ugh... ¿es necesario?

—Mucho si desea recuperar la movilidad de él, es de carácter urgente.

— ¿Significa que estaré aquí los próximos días?

—Exacto.

Bufó y soltó un respingo. —Ya qué.

—Por eso le mandaron a hacer estos análisis sanguíneos— moví el sobre —Yo seré el doctor que lleve su caso, mi nombre es Harold Prescott.

—Bueno doctor Prescott.

—Me tengo que retirar, regresaré en unos momentos.

—Okey.

Le palmeé la espalda a Ian para que saliéramos de allí y caminamos a mi consultorio.

— "Peritos"— dije después de cerrar la puerta y ambos soltamos una carcajada.

— ¿Qué querías? ¡fue lo primero que se me vino a la mente! — no podía dejar de reír.

—Eres grande amigo— intentaba calmarme y sentarme.

—Al menos lo creyó.

—Es tan estúpido— reía.

—Respétalo, es tu paciente y jefe de tu novia.

—Oye, ella no es mi novia— mis risas cesaron y me puse serio.

— ¿Qué rayos te dijo ahí dentro? — cerró los botones de su bata y se sentó frente a mí.

—No me perdonó, me arrodillé y nada...

—Eres un tonto.

— ¿Perdona?

—Lo que oyes, eres un tonto. Ella no vale, le gusta andar detrás de cualquier chico, no por nada le hizo caso a Alessander y aparte es interesada...

— ¡Cállate Ian! — sus molestas palabras me hicieron enojar. —No te expreses así de ella, fue mi error.

—El amor te hace ser un tonto— negó con la cabeza — ¡Abre los ojos! Por lo que me contaste no era motivo para que se enojara así contigo. Es muy arrebatada y se sale de sus casillas muy fácilmente, y tú eres un sumiso.

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