La mansión

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Cuenta la leyenda, según los lugareños, que en la mansión de la colina, que está en lo más alto del pueblo y se halla un poco separada del mismo, reina un espíritu demoníaco.

Aparentemente, tras un violento y misterioso homicidio que ocurrió en la mansión, y del que aún no se tiene dato alguno del autor, el cuerpo de la víctima habría sido abandonado en el lecho de su muerte, provocando la ira de su espíritu que exigía el entierro del cuerpo. En la mansión vivía una sola persona, la señora Timons, viuda, de unos 60-70 años de edad, una mujer ermitaña a la cual no le gustaba salir (de hecho casi nunca lo hacía), quien se supone que es la persona asesinada; digo “se supone” porque ni siquiera se ha podido comprobar el cuerpo. 
El día del homicidio, un misterioso llamado, el cual no se ha podido rastrear, llegó al cuartel de Policía del pueblo, explicando tenebrosamente que la señora Timons había sido asesinada. Se enviaron a dos policías a investigar la mansión, pero volvieron despavoridos al cuartel diciendo que había ruidos muy raros en la casa y era realmente aterrador entrar para ver qué había ocurrido, o que seguía ocurriendo dentro de esa casa. El caso se declaró cerrado, y al no haberse visto nunca más a la señora Timons, se dio por muerta.

Tras el extraño suceso, algunos grupos de niños y adolescentes curiosos intentaron adentrarse en la famosa mansión, a ver si podían encontrar algo secreto o algo anormal; vaya si lo hicieron. De las 24 personas que entraron en total, 17 desaparecieron, se encontraron 3 cadáveres en las afueras de la casa y 4 personas salieron con vida, completamente traumatizadas y con lesiones y trastornos psicológicos gravísimos. Luego de todo esto, nadie tenía intención de acercarse siquiera a unos cien metros de la casa.

Muchas familias empezaron a abandonar el pueblo, las que tenían menos oportunidades económicas no pudieron hacerlo, y otras ni se preocuparon. La población local se redujo mucho también no solo por estas emigraciones sino por los desaparecidos y muertos mencionados anteriormente…

Llegó un día, tras casi diez años del acontecimiento, que un joven muchacho, llamado Theo, anunció que entraría a la mansión para contarle al pueblo lo que sucedió en la mansión. Tras las plegarias de la gente y armado con una escopeta, marchó hacia la parte más alta, en la colina, donde estaba la misteriosa casa. Al llegar notó que la puerta de la misma, de mucha altura y de hierro puro, estaba cerrada. Le pareció extraño, ya que había ido mucha gente al lugar en otros años y es improbable que hubieran cerrado la puerta al haber entrado al lugar. Con un poco de trabajo, forzó la traba de adentro y consiguió abrir la dura puerta. Un aire espeso, mugroso y maloliente inundó su nariz. Casi no había luz salvo la de la luna y su pequeña linterna, que se movía lentamente entre la oscura penumbra del hall central de la mansión. No había un solo sonido, ni el zumbido de una mosca. Theo, sin moverse de la entrada y utilizando su linterna, divisó una larga y vacía mesa en el comedor que estaba a su derecha, una puerta a la izquierda que probablemente llevaría al sótano, y frente a él una sinuosa y vieja escalera. Optó comenzar por esta última. Se acercó lentamente a la misma y cuando puso un pie en ella, provocó un violento chirrido que hizo revolotear a algunos murciélagos. Comenzó a subir, tomando precaución en sus pasos y observando cuidadosamente su alrededor.

Al llegar hasta el último escalón de la escalera, se encontró con un largo pasillo, un tanto húmedo y putrefacto, que tenía unas cuatro o cinco puertas. De pronto escuchó una perturbante voz que susurraba: “Theo… Theo… auxilio por favor…”. El muchacho se asustó bastante, pero pudo mantener la calma y mantenerse erguido. “¿Quién es?¿Cómo puedo ayudarte?” respondió Theo. Sin embargo, no hubo respuesta alguna. Ahora el joven miraba para todos lados, buscando algo o alguien que de una señal de vida. De repente, al final del pasillo, se empezó a acercar una silueta, aparentemente humana, que se acercaba muy lentamente. Theo preguntaba una y otra vez: “Hola… ¿Quién es usted?”, pero la figuraba no respondía y continuaba acercándose muy despacio. Ahora el muchacho había entrado en shock, y no tenía la reacción suficiente para bajar por la escalera. Una vez que el ser desconocido estuvo tan próximo a Theo como para que le mirara la cara, le dijo: “Amo que vengan visitantes a mi mansión. Pasó mucho tiempo desde el último, y ya tenía mucha hambre.”. Entonces el chico pudo reconocer a la señora Timons frente a él, con unos ojos rojos y con toda la cara ensangrentada, y con una malévola y horrible sonrisa. Cuando Theo comenzó a retroceder, por el instinto, la abominable señora se abalanzó sobre él, mordiendo su cuello y luego devorando sus sesos… y la mansión fue testigo de otro brutal asesinato.

La gente del pueblo lloró la nueva desaparición y declaró que nunca más nadie se acercaría a la embrujada mansión. Nunca descubrieron que la señora Timons era una violenta caníbal, que había adoptado esta condición tras un quiebre emocional y psicológico con la muerte de su esposo. Fue ella la que realizó la llamada diciendo que la habían asesinado (cuando nunca murió y no hubo ningún espíritu), y así había logrado que la carne humana vaya hacia ella sin levantar sospechas.

Lo mejor para el victimario es encontrar el ideal disfraz de víctima… 

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