CAPÍTULO 51

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Cuando Nanoha hubo abierto los ojos, Aniceto estaba a su lado, con sus dedos indice y medio en su cuello, miraba un reloj de manecillas. Cuando sintió una bocanada de aire más fuerte la miro y sonrió.

-¿Cuanto llevo desmayada? -pregunto débilmente la cobriza intentando levantarse.

-El síncope dura máximo de entre un minuto a cinco, la gente suele confundirlo con perdida del conocimiento. No se levante, por favor, permanezca recostada unos quince minutos.

La cobriza se sentía un poco desorientada, la capa de sudor en su cuerpo era fría y le estaba comenzando a sentar mal. Aniceto jamás se separo de ella en el lapso que le dio, cuando bajo la vista se percato que tenia los pies elevados unos cinco centímetros con almohadones, estaba recostada en un sofá suave. No sabia cuando fue que se sentó en aquel mueble pero agradecía eso, la suave corriente de aire que entraba le refrescaba y comenzó a inspirar lenta y profundamente.

Miro el techo, era blanco y unas masetas de muérdago colgaban con pereza, observándola atentamente. Una sonrisa apareció en su rostro y recordó la vez en la que ella compro una planta de muérdago y se besaron debajo de ella...

-¡Claus! -dijo incorporándose de golpe.

-¿Como dice? -dijo un poco asustado por la acción de la cobriza.

-Vi a... no, olvide lo que dije... - lo miro con firmeza. -Por favor ya no tengo tiempo. Dígame todo lo que sabe de las dagas.

Aniceto le sostuvo la mirada pero no dijo nada, sonrió con cautela a la cobriza como si esperara algo de ella. Nanoha comenzó a divagar sobre lo ocurrido, tenia en claro otro objetivo. Claus le había dado el libro, estaba en su sueño. Se detuvo. ¿Por un sueño iría a ver a ese hombre? Ni siquiera era algo valido usar como pretexto una desvariacion que tuvo en un sueño que duro menos de de cinco minutos... pero era como ese sueño donde aquella mujer le susurro las coordenadas la llevo hasta allí, ese hombre sabia algo y le podía ayudar.

Los sueños no pueden decirle el futuro, no pueden guiarla a ningún lado pero ella estaba allí, ¿no? frente a un hombre que tenia respuestas y que conoció a Fate. Debía quedarse y averiguar todo, luego se ocuparía de Claus.

-Creo que necesita saber algo. -Aniceto suspiro y se alejo de la cobriza para permitirle incorporarse. Una vez lo hizo le extendió un pequeño pétalo.

-Mire, no puedo decirle que decía ese libro... no ahora. Pero escuche atentamente, debe volver pronto a Mild-childa para que usted consiga respuestas que faltan.

-¡usted sabe que sucede pero se niega a decirme algo! -se levanto

Él abrio los ojos y miro a su derecha, asustado y comenzó a respirar aceleradamente.

-No, usted es la que no sabe en que esta metida. Hace años Fate-dono vino preguntando por un artefacto antiguo... no, no, así déjelo. -dijo en cuanto la cobriza se disponía a sacar la daga. -Puedo escucharlas, se donde están todas e incluso la espada, pero-

-¿La espada? -lo interrumpió confundida.

-Escuche, la persona que este detrás de este circo, la causante del movimiento del rey es aquel que anteriormente se puso en marcha para abrir la puerta. Takamachi Nanoha, tiempos oscuros aguardan y usted puede disminuir su impacto. Confiar es difícil pero en tiempos de guerra es el mejor aliado.

-¿Guerra? ¿Cual guerra? -pregunto confundida.

-La guerra por la libertad. Una guerra que están destinados a perder, pero si usted es astuta y sabe mover bien sus piezas lograra la victoria. Habrá muertes, como en cada conflicto por poder pero al menos las que habrán serán nada a comparación a la que evitara.

[NANOFATE ] La Mentira Qué Nos SeparoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora