Me subí al coche de Ben después de despedirme de ellas como si fuésemos amigas de toda la vida y nos dirigimos a casa.
- ¿Qué tal el primer día? – Preguntó mi hermano bajando del coche al aparcar en el garaje.
- Bien. He hecho amigas. – Añadí al ver que iba a decir algo más. Él solo sonrió y me abrazó.
- Solo quiero que estés contenta en el nuevo instituto, ¿vale?
- Lo sé, Ben. Estoy a gusto. La gente es muy maja, no tienes que preocuparte tanto por mí.
- Te quiero, pequeña ilusa.
- Yo también te quiero, gran imbécil. – Contesté propinándole un puñetazo de broma en el brazo.
A ambos nos gustaba mucho el contacto con las personas y ser cariñosos nos salía solo. Nos parecíamos mucho, aunque eso no evitaba que de vez en cuando nos peleásemos. Claro que desde la muerte de papá eso no había pasado.
- Y, ¿qué tal tu primer día? – Le pregunté dejando la mochila en el suelo.
- Bien. He conocido a unos tíos geniales y he entrado en el equipo de fútbol americano.
- El señor Todos Los Deportes Se Me Dan Bien está contento, por lo que veo.
- Mucho.
- No harás fiestas en casa, ¿verdad? – Dije recordando la conversación con las chicas. – Porque paso de que cada viernes venga aquí una horda de escolares borrachos.
- Tranquila, mujer, aquí no habrá fiestas. Lo prometo. – Juró llevándose la mano al pecho. – Mamá no me dejaría.
- Bien, porque yo tampoco.
- Pero tú no tienes autoridad sobre mí, pequeñaja.
- Abusón. - Le espeté sonriendo mientras me dirigía a la nevera.
Ahí había una nota pegada. La despegué y la leí, un tanto decepcionada. <<Hola, chicos. Tengo que irme por el trabajo unos meses, os lo habría dicho ayer, pero no me disteis ocasión. Tenéis dinero de sobra en nuestra cuenta, y os meteré más dinero cada mes. Os quiere, mamá. PD: Sed responsables, como siempre>>
- ¿Cómo me has llamado? – Escuché desde el salón.
- Ben, hay una nota de mamá.
Vino rápidamente y me la quitó de las manos. Su expresión bonita se esfumó, pero lo disimuló pronto y volvió a sonreír, aunque no era lo mismo.
- Bueno, tendremos unos meses... para nosotros solos, supongo. – Soltó una carcajada sin muestras de humor.
Musité una excusa y subí a mi habitación. Maldita sea, ¿cómo podía hacernos eso? Vale que se fuera todo el tiempo que quisiese, pero podía avisar, ¿no? <<No me disteis ocasión>> Bueno, vale, pongamos que quiero mudarme al culo del mundo. No se lo contaré a mi familia y cuando me vaya solo tendrán una notita diciendo que no tuve ocasión de avisar. Qué bien. Seguro que se pondrían súper contentos.
Entonces recordé que tenía que volver al colegio.
Mi hermano tenía un montón de deberes, así que corrí a coger el bus y llegué al instituto en poco más de diez minutos. Todavía llegaba a tiempo a mi cita con el director. Caminé tranquila por los pasillos hasta su despacho y toqué la puerta suavemente. Escuché una regañina bastante fuerte, así que opté por dejar de picar. Entonces la puerta se abrió, y un muchacho de mi edad, alto, de pelo rubio y perfectamente despeinado apareció ante mí. Lo más impresionante eran sus ojos. Tenía unos ojos negros demasiado profundos para ser humanos. Me quedé paralizada unos instantes antes de poder recuperar el habla.
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Puntos suspensivos
Teen Fiction- Y, ya que te gustan tanto los libros, - Comentó él mientras se acomodaba mejor en su asiento. - ¿No hay ningún aspecto de ellos que odies? O, por lo menos, que no te guste. - Bueno, no me gusta cuando el libro termina con un final abierto, o con...