Supimos que estábamos en el lugar correcto porque la música se escuchaba desde un kilómetro a la redonda.
La casa de Thomas era de estilo contemporáneo, bastante grande y de color arena y blanco. Tenía dos grandes ventanales que daban a los balcones, por lo que se podía vislumbrar gente bailando y muchas luces de colores mientras avanzábamos por el camino que cruzaba el jardín.
Justo cuando Marie alargaba una mano para abrir la puerta y entrar esta se abrió de golpe y dos chicos de primer curso salieron apoyándose el uno en el otro. Uno de ellos elevó la mirada, nos sonrió y acto seguido se dobló en dos y vomitó sobre las piedras del sendero.
- Son sus primeras fiestas. – Explicó Marie con una mueca de asco. – Siempre les pasa eso, no saben que después del duodécimo chupito es mejor dejarlo.
Pasamos dentro de la casa.
Habían retirado todos los muebles de todas las habitaciones, dejando salas vacías que se habían llenado de adolescentes hormonados bailando unos con otros y contra otros bajo las miles de lucecitas de colores y los focos. La música estaba muy alta, y casi había que gritar para que se te oyese.
Había una única barra en la cual un barman repartía bebidas brillantes como si fuesen cartas en una mesa, y de vez en cuando alguien se desmayaba o subía al baño para ir a vomitar.
Lola movía los labios sin emitir sonido alguno.
- ¿¡Qué!? – Chilló Marie.
- ¡Digo que acaba de empezar la fiesta, imagina cómo se pondrá esto cuando llevemos aquí un rato!
Nos terminamos posicionando en una esquina relativamente tranquila y fuimos viendo cómo transcurría la fiesta. Fue divertido: alcohol por allí, alcohol por allá, chicos borrachos aquí, tías drogadas por acá... Traté de no pensar en que Thomas estaría con Skylar en algún recoveco de esa gran fiesta, hablando, riendo, o haciendo cosas que yo no quería saber. Sacudí la cabeza.
Terminamos metiéndonos en el ambiente, aún que sin beber más de una cerveza cada una, y nos lo pasamos muy bien para ser mi primera fiesta de instituto. Bailando, riendo y cayéndonos un par de veces en la pista.
Cuando la cosa se calmó un poco, a eso de las dos y media de la madrugada, los que quedábamos nos sentamos en círculo en el suelo de la habitación central. Éramos Luna, Marie, Skylar, John, Thomas, Nathaniel, Ben y yo.
- ¿Jugamos a algo? – Preguntó Nathaniel tras unos segundos de silencio incómodo después del final de la conversación.
- ¿Qué tal a siete metros sobre el cielo? – Skylar miró a Thomas descaradamente mientras Ben daba la idea.
- Me parece bien.
Thomas se levantó y volvió con una botella que dejó en el medio del círculo, tumbada.
- Voy a repasar las reglas para quien no se las sepa. – Avisó mirándonos como si fuésemos críos aprendiendo a sumar. – Alguien girará la botella dos veces, y a las dos personas a las que apunte el tapón cuando deje de girar deben meterse allí, - Señaló un armario estrecho y alto, el único mueble en la habitación. – y no salir durante siete minutos, ¿comprendido?
Asentimos.
Entonces puso a girar la botella y volvió a su asiento. Esta dio vueltas sobre sí misma unos segundos, hasta que paró poco a poco, apuntando con el tapón a Skylar. Ella se levantó sonriente, avanzó hasta la botella y, mirando fijamente a Thomas, la hizo girar.
ESTÁS LEYENDO
Puntos suspensivos
Novela Juvenil- Y, ya que te gustan tanto los libros, - Comentó él mientras se acomodaba mejor en su asiento. - ¿No hay ningún aspecto de ellos que odies? O, por lo menos, que no te guste. - Bueno, no me gusta cuando el libro termina con un final abierto, o con...