11 - Scott Williams

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Pasaron tres días.

Le había explicado a Marie que entre Thomas y yo no había absolutamente nada y me había creído. Skylar andaba un poco nerviosa porque su amor platónico aún no se lo había pedido a nadie, por lo menos, que ella supiese. Yo les conté a las chicas lo de la apuesta de los del equipo de fútbol americano. Se quedaron con la boca abierta literalmente, todas sin excepción quisieron ir y decirles algo, pero yo lo impedí. No entraba dentro de mi plan que alguien fuese a echarles eso en cara a los tres culpables.

Pero lo que más las sorprendió fue el hecho de que hubiese sido Luna la que me lo dijese. Sobre todo sin pedir nada a cambio, de momento.

Thomas y yo ya habíamos hecho todo el trabajo relacionado con Orgullo y prejuicio y, al final, hasta resultó divertido cuando no se ponía arrogante y se creía el mejor.

Mi madre no había dado señales de vida aún, pero no me preocupaba. Así solía ser desde que papá murió.

- Eh, René. – Me saludó Lola cuando llegué al instituto el lunes.

Me senté a su lado y metí las manos bajo los muslos. No sé por qué lo hago, simplemente estoy cómoda hasta que ya no siento las manos.

             - ¿Qué tal? - Pregunté sentándome. 

             - Bien, bueno. Como siempre. - Pero había un tono extraño en su voz. Tensión.

- Tengo que hablar contigo. – Me dijo al fin.

- Dime. 

- Tengo un problema. – Soltó sin más. Y puso una mueca muy mona y graciosa.

- ¿Qué ocurre? – Pregunté rápidamente. - ¿Estás bien?

Ella se encogió de hombros.

- No se lo cuentes a nadie, ¿vale? – De repente parecía muy preocupada.

Enlacé el meñique con el suyo.

- Lo prometo.

- Te lo cuento a ti porque Marie ya tiene suficiente con lo de John, Skylar con lo de Clayton y Valerie está loca por Martin y no piensa en otra cosa. – Dijo soltando una risita ensayada.

- Suéltalo, Thirwall.

Ella suspiró sonoramente y se pasaron las manos por la cara.

- Me gusta Scott.

Scott era un chico rubio paja de ojos grises y de complexión atlética. 

- ¡Oh, Dios mío! – Chillé cogiéndole las manos. - ¡Es genial! ¿Scott Williams? ¡Es monísimo!

- No. – Las apartó.- No es genial.

Ahí había algo que se me escapaba.

- ¿Por qué?

- No le gusto, no puedo gustarle. ¡Mírame! Soy una chica normal y él es uno de los chicos más populares del instituto. No pretendo menospreciarme, pero mírame y mírale a él. 

- Lola, eres la chica más dulce que conozco. Eres muy cariñosa y te preocupas por los demás. Si Scott Williams no lo ve, sé que sonará típico, pero no te merece. Y punto.

Sonrió.

- Además. – Y con un movimiento de cabeza señalé al grupo de chicos, donde la cabeza de Scott estaba orientada directamente hacia mi amiga. Cuando ella miró, él la apartó rápidamente.

Lola enrojeció y me miró con la boca abierta.

- Eres la mejor en esto, ¿lo sabías?

Fueron llegando las demás y entramos en clase, donde la tortura con Thomas a mi lado continuó unas horas más. 

Puntos suspensivosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora