Pasaron tres días.
Le había explicado a Marie que entre Thomas y yo no había absolutamente nada y me había creído. Skylar andaba un poco nerviosa porque su amor platónico aún no se lo había pedido a nadie, por lo menos, que ella supiese. Yo les conté a las chicas lo de la apuesta de los del equipo de fútbol americano. Se quedaron con la boca abierta literalmente, todas sin excepción quisieron ir y decirles algo, pero yo lo impedí. No entraba dentro de mi plan que alguien fuese a echarles eso en cara a los tres culpables.
Pero lo que más las sorprendió fue el hecho de que hubiese sido Luna la que me lo dijese. Sobre todo sin pedir nada a cambio, de momento.
Thomas y yo ya habíamos hecho todo el trabajo relacionado con Orgullo y prejuicio y, al final, hasta resultó divertido cuando no se ponía arrogante y se creía el mejor.
Mi madre no había dado señales de vida aún, pero no me preocupaba. Así solía ser desde que papá murió.
- Eh, René. – Me saludó Lola cuando llegué al instituto el lunes.
Me senté a su lado y metí las manos bajo los muslos. No sé por qué lo hago, simplemente estoy cómoda hasta que ya no siento las manos.
- ¿Qué tal? - Pregunté sentándome.
- Bien, bueno. Como siempre. - Pero había un tono extraño en su voz. Tensión.
- Tengo que hablar contigo. – Me dijo al fin.
- Dime.
- Tengo un problema. – Soltó sin más. Y puso una mueca muy mona y graciosa.
- ¿Qué ocurre? – Pregunté rápidamente. - ¿Estás bien?
Ella se encogió de hombros.
- No se lo cuentes a nadie, ¿vale? – De repente parecía muy preocupada.
Enlacé el meñique con el suyo.
- Lo prometo.
- Te lo cuento a ti porque Marie ya tiene suficiente con lo de John, Skylar con lo de Clayton y Valerie está loca por Martin y no piensa en otra cosa. – Dijo soltando una risita ensayada.
- Suéltalo, Thirwall.
Ella suspiró sonoramente y se pasaron las manos por la cara.
- Me gusta Scott.
Scott era un chico rubio paja de ojos grises y de complexión atlética.
- ¡Oh, Dios mío! – Chillé cogiéndole las manos. - ¡Es genial! ¿Scott Williams? ¡Es monísimo!
- No. – Las apartó.- No es genial.
Ahí había algo que se me escapaba.
- ¿Por qué?
- No le gusto, no puedo gustarle. ¡Mírame! Soy una chica normal y él es uno de los chicos más populares del instituto. No pretendo menospreciarme, pero mírame y mírale a él.
- Lola, eres la chica más dulce que conozco. Eres muy cariñosa y te preocupas por los demás. Si Scott Williams no lo ve, sé que sonará típico, pero no te merece. Y punto.
Sonrió.
- Además. – Y con un movimiento de cabeza señalé al grupo de chicos, donde la cabeza de Scott estaba orientada directamente hacia mi amiga. Cuando ella miró, él la apartó rápidamente.
Lola enrojeció y me miró con la boca abierta.
- Eres la mejor en esto, ¿lo sabías?
Fueron llegando las demás y entramos en clase, donde la tortura con Thomas a mi lado continuó unas horas más.
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Puntos suspensivos
Teen Fiction- Y, ya que te gustan tanto los libros, - Comentó él mientras se acomodaba mejor en su asiento. - ¿No hay ningún aspecto de ellos que odies? O, por lo menos, que no te guste. - Bueno, no me gusta cuando el libro termina con un final abierto, o con...