24 - Argumentos

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- ¡Bien, chicos! – Gritó el entrenador con su voz ronca de tanto cigarrillo. – Podéis descansar un rato mientras voy a preparar la siguiente actividad y a tomar notas de esta.

Marie y yo nos sentamos en un banco.

- Oh, Dios, no puedo más. – Suspiré desplomándome sobre ella. Rio mientras me apartaba.

- Venga, si sólo hemos corrido veinte minutos.

- Diecinueve minutos más de lo necesario, diría yo. – Me aparté algunos mechones sudados de la cara. – Maltrato infantil.

Ella iba a decir algo, pero el entrenador se acercó a nosotras de pronto.

- Chicas, ¿podríais ir a coger los balones para la siguiente actividad? – Preguntó.

- Sí, claro. – Marie se levantó mucho más fresca que yo, que prácticamente me tuve que apoyar en ella. - ¿Cuántos se necesitan?

- Diez, por favor. Eh... - Entonces miró mi cara sudorosa y roja. – Mejor... que vaya con usted otra persona más fuerte, señorita Louise.

Ella me miró con sorna. Yo me senté, aliviada, y le saqué la lengua.

- Miller, por favor, ¿podrías traerme unos balones junto a Marie?

Él se separó de su grupo de amigos, que no se habían enterado de la tensión que se respiraba de pronto. Al llegar aquí miró a Marie como si le pidiese permiso, pero antes de que ella pudiese matarlo con la mirada, el entrenador los empujó hacia el pasillo que llevaba al aula de equipamiento.

- Venga, que es para hoy.

Marie estaba nerviosa, habría sido obvio para cualquier persona ajena a la situación. Pero ante los ojos de John, que caminaba a su lado, estaba tranquila e indiferente. Cosa que a él le resultaba imposible en su compañía desde la primera vez que la había visto.

No parecía posible que las cosas hubiesen cambiado tanto en tan poco tiempo. Habían salido, ¿cuánto? ¿Seis meses? Había sido bastante, pero a él se le había hecho tan corto, y quería decirle tantas cosas... Pero era imposible por varias razones, la más importante era que ella no quería verle ni en pintura desde que la había cagado tan profundamente.

Ella le miró de reojo durante un segundo. Parecía tan relajado... le dolía no poder haberlo superado tan rápidamente como él lo hizo. Pero no podía. Quizás no quería. Quizás era demasiado egoísta como para renunciar a algunos recuerdos.

Entraron en la sala, que estaba repleta de todo tipo de inventario deportivo, y se pusieron a buscar los balones entre todas las cajas. Al final John los encontró y cogió cinco.

Marie se asomó por el otro extremo de la caja y cogió otros cinco. Iba camino a la puerta, y el momento incómodo se acabaría por fin, cuando se le cayó un balón. Rebotó por el suelo hasta pegar con la pared y paró poco a poco.

John se adelantó, lo cogió con dificultad y se lo tendió a Marie. Ella se lo quitó de la mano con un bufido.

- De nada, oye. – Bufó este a su vez cuando ella se dio la vuelta.

Marie no contestó, siguió caminando. Pero por el movimiento repentino de arrancarle el balón de las manos al chico, se le cayó otro. Suspiró con resignación cuando John lo cogió de nuevo.

- Mejo esta vez lo llevo yo. – Dijo sonriendo.

- Dámelo. – Exigió con la voz cargada de veneno. – Creo que soy capaz de llevar cinco pelotas, Miller.

Puntos suspensivosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora