John, radiante y feliz como hacía mucho que no estaba, salió del hueco entre las gradas del estadio y la pared del instituto y se encaminó a su coche. Acababa de tener otro de sus cada vez más usuales encuentros con Marie, y parecía que cada vez necesitaba más.
Aún que había algo, una pequeña parte de él, que sabía que esto no iba a tener mucho futuro, porque por más que él quisiese a Marie con toda su alma, estaba con Luna y no podía cambiarlo aún que fuese lo que más le gustaría hacer en el mundo.
Iba a entrar en su coche cuando Alex lo llamó.
- Eh – Saludó John tranquilamente. Alex y él pertenecían al mismo grupo de amigos, pero ellos dos eran íntimos junto con Nathaniel y Clayton.
- Eh. Escucha. – La seriedad de su voz le hizo girarse extrañado, y se encontró acorralado entre el coche y Alex. – Quiero que dejes de jugar con los sentimientos de Marie.
- ¿Qué?
- Lo que oyes. Eres mi amigo, tío, y lo siento porque de verdad sé que la quieres. Pero no puedes seguir con esto. No puedes.
- Oye, tú no puedes venir aquí de la nada y darme un sermón sobre...
Pero Alex alzó una mano, acallándolo, y resopló.
- La tienes tan enamorada, John. - Comenzó. - Hablaba de ti todo el tiempo, y ahora que no puede simplemente empieza a reírse o se pone roja con algún recuerdo vuestro. Tiene chistes privados y está pendiente de si apareces por alguna esquina todo el tiempo. Está tan enamorada que, por si no te das cuenta, te mira de reojo, es interesante la forma que tiene de camuflar lo que siente, pero es más intrigante todavía cómo tú siempre le sacas una sonrisa, la manera que tenías de estar allí cuando estaba asustada, enferma o con sueño. Ella realmente es feliz a tu lado y sé que tú eres feliz junto a ella.
- Pero ya sabes que no...
- Me da igual lo que hayas hecho por mí, Jonathan. Te lo agradezco un millón de veces, pero me da igual. – Lo miró tan desaprobadoramente que se sintió encoger. – Lo siento por ti, de veras. Pero si la hubieses visto llorando, rota de amor por ti, no te podrías sacar nunca esa imagen de la cabeza.
Y se fue sin dejar tiempo a John para organizar la información y poder contestar algo con sentido.
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El lunes por la tarde me encontraba con Marie, Valerie y Lola en casa de esta última comiendo palomitas mientras tratábamos de ejercer de psicólogas las unas para las otras.
- No es buena idea que sigas viéndote con Miller, Marie. – Opinó Valerie.
- Estáis todos muy pesados con el temita ya, ¿eh? – Contestó está rodando los ojos.
- Cielo... - Susurró Lola posándole una mano en la pierna.
Pero ella negó con la cabeza.
- No quiero hablar de ello, ¿está bien? – Se frotó la cara con las manos y bufó impaciente. – Sé que no puede durar, y que terminaré explotando. Pero me da igual. Me da igual, me da igual. Me da igual porque le quiero, y ya está, y sé que no planea dejar a Luna por mí porque ya lo habría hecho. Y también sé que no me quiere como dice, que solo soy un juego para él, pero no me importa.
Me quedé callada. De todas formas, no había nada que añadir. Prácticamente le daba permiso para romperle el corazón. Pero no tenía sentido; yo había visto la mirada que John le dirigía a Marie. No podía haberme imaginado todo ese cariño que emanaba, al igual que no podía haberme imaginado el brillo en los ojos de ambos cuando salían de cualquier esquina.
- Yo creo que sí que te quiere. – Dije.
- ¿Y por qué no ha dejado a Luna? Sobre todo sabiendo que odia a Marie. ¿Y por qué le puso los cuernos? – Contestó Val.
- No lo sé, solo digo que sí que la quiere.
Valerie bufó.
- Pues entonces es imbécil.
- Oh, venga, dejadlo. – Nos tranquilizó Lola. – Últimamente Luna está siendo más amable con nosotras, quizás eso fue lo que John vio en ella. Quizás trate de unirnos de nuevo.
- Eso no arregla nada. – Marie se llevó las manos a la cabeza y se masajeó la sien.
- ¿Y tú, Val? – Pregunté para cambiar de tema. - ¿Qué hay de ti con los chicos?
Ella sonrió y le quitó importancia con un gesto de la mano.
- Voy a alejarme de los tíos un tiempo.
- ¿Irás sola al baile de invierno?
Se encogió de hombros.
- Supongo que iré con Alex como amigos.
Marie enarcó las cejas y las bajó de un modo provocativo.
- Como amigos. – Repitió arrastrando las palabras
- Los amigos no van al segundo baile más importante de los institutos juntos. – Dijo Marie tranquilamente.
- Tú fuiste con Lola y con René. – Objetó poniendo un puchero.
- ¡Pero eso es distinto! – Salté. – Esa era una fiesta sin mucha importancia.
- No lo es. – Contestó Lola suave. – La única diferencia que hay entre la que hizo Clayton para inaugurar el curso y el baile de invierno es que el de invierno es en el gimnasio, y la música suele ser lenta.
Le lancé un cojín, que cogió al vuelo y me devolvió riendo.
- Sabelotodo.
Entonces me sonó el móvil.
- ¿Sí?
- Hey, ¿vienes al bosque hoy?
Sonreí inconscientemente.
- ¿A qué hora?
- A las siete.
- Hecho.
Colgó.
- Vaya, vaya. – Marie apoyó la cabeza entre las manos. – Pero, ¿qué tenemos aquí?
- ¿Ese era Clayton? – Preguntó Val copiándole la postura. – No hace falta que lo niegues, se te nota en la cara.
- ¿En la cara? – Me toqué las mejillas.
- René. – Dijo Lola seria. – Llevas meses con esto. Pareces su enamorada, y de pronto es como si pasases de él. No sabemos lo que sientes, y es complicado que te ayudemos.
Bufé impacientemente. Las tres me miraban con atención, como si quisiesen registrar cada uno de mis movimientos.
- Yo no puedo permitirme sentir nada. – Bajé la voz. – Él no siente nada.
- Oh, por todos los Dioses, ¿tú te estás oyendo? – Valerie se levantó y se puso a dar vueltas a la habitación. – Solo por el hecho de que haya quedado contigo más de una vez ya parecéis más pareja de lo que fuimos nosotros. Y, madre mía, ¿de verdad piensas que no siente nada? Es un mujeriego y un hipócrita, sí, pero piénsalo, ¿por qué estaría tanto tiempo contigo pudiendo estar de fiesta?
Me encogí de hombros.
- Cielo, - Continuó Marie. – ¿Cuántas veces dice tonterías sobre besarte o etcétera?
- No sé, algunas.
- Pues es lo que hacen todos los hombres. Es su forma de decirte ''Eh, nena, de verdad que sí que me gustas'' Lo que pasa es que son muy torpes. No sabes decir esas cosas, mucho menos alguien como él.
- No sé. De todas formas solo sería su lío de una noche, si acepto.
Y ahí ya no pudieron objetar nada.
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Puntos suspensivos
Novela Juvenil- Y, ya que te gustan tanto los libros, - Comentó él mientras se acomodaba mejor en su asiento. - ¿No hay ningún aspecto de ellos que odies? O, por lo menos, que no te guste. - Bueno, no me gusta cuando el libro termina con un final abierto, o con...