34 - Repetición

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MARATÓN (3/7)

Thomas siempre solía llegar tarde, así que esa tarde me llevé un libro para leer un rato mientras le esperaba. Llegué al sitio de siempre a las seis menos cinco, y localicé instintivamente un banco medio al sol y medio a la sombra.

Me senté en el banco con el guion sobre el regazo y me puse a leer. Al rato alguien se sentó a mi lado. Levanté los ojos del libro.

- Vaya, - Comenté distraídamente devolviendo la mirada al libro. – Parece ser que te gusta acosar a la gente cuando viene al West Side, ¿eh?

Luna sacudió la melena.

- Y no me digas que vienes a avisarme de otra clase de apuesta, porque prefiero no saberlo.

No dijo nada, no hizo nada. Así que, extrañada, cerré el libro y la miré. Tenía negros surcos de rímel corrido por las mejillas. Lloraba, o había estado llorando hacía poco.

Automáticamente pensé "Vaya, John la ha dejado. Lo ha hecho"

- ¿Estás bien? – Pregunté instintivamente.

Negó con la cabeza.

- Sí. – Dijo.

Comenzó a llorar de nuevo, y el rímel ya seco se difuminó más contra su rostro.

- ¿Qué ocurre?

¿Por qué me importaba? Después de todo le debía una, ella me lo había contado cuando los chicos me habían utilizado como competición.

Le ofrecí un pañuelo blanco, que cogió diciendo algo ininteligible que acaté como un gracias, y me devolvió a manchas negras. Cuando se hubo tranquilizado y el rímel se le secó de nuevo se irguió.

- Irene. – Dijo con voz queda pero firme. – No he venido aquí a acosarte o a contarte alguna competición por ti, porque no hay ninguna.

Menos mal.

- He venido porque necesito apoyarme en alguien, y sé que sueles venir aquí, y mis amigas son estúpidas, y las tuyas son espectaculares. Y tú también.

¿Pretendía pedir disculpas por traicionar a Marie e irse con las Barbie? ¿Pretendía pedírmelas a mí?

- Explícate. – Exigí.

Luna se frotó la cara con las manos y suspiró.

- Imagino que sabrás que Skylar, Thirwall, Valerie, Marie y yo éramos un grupo.

- Sí.

- Te habrán contado que traicioné a Marie con su novio John y luego me fui con la pandilla de animadoras. Las que llamáis Barbie.

- Sí.

- He descubierto... la verdad hace poco. – Se echó el pelo hacia atrás. – Creo que tú eres la única que la va a escuchar y que se la puede ir a decir a las demás.

¿Ahora qué me iba a decir? ¿Se inventaría una historia del tipo telenovela romántica?

- Oye, no puedes venir aquí después de lo que hiciste a principios de curso y de estar saliendo con John y esperar que yo...

- Oh, por favor. No me creas si no quieres, pero déjame contártelo. – Me cogió una mano, y de pronto su voz se volvió más frágil. – No tengo a nadie más.

Yo sabía cómo se sentía. Sabía lo que era no estar triste, ni sentirse mal del todo, solo... un vacío en el pecho que no se puede llenar.

- Cuéntamelo. – Respiré hondo. – Quiero oírlo.

Me soltó la mano, más relajada.

- Ese verano Skylar se volvió más loca por Clayton de lo que ya estaba, ¿sabes? – Asentí. Ella asintió de vuelta. Hablaba rápido, como si tuviese un tiempo límite para convencerme de que decía la verdad. – Yo tenía una muy buena relación con ella, éramos amigas desde la infancia y creo que confiaba en ella y en Marie más que en ninguna. Supongo que para ella yo no significaba tanto.

- ¿Qué pasó?

- A mí me gustaba Garrett. Garrett Sullivan, uno de los que hicieron la apuesta con Thomas y Nathaniel para ser capitán. No estaba tan loca por él como Skylar por Clayton, pero me gustaba mucho. Entonces, a principios de verano, Skylar me dijo que Marie andaba coqueteando con él. Al principio no la creí, porque Marie sabía que a mí me gustaba él, pero cada vez me lo repetía más a menudo, y acabé creyéndola.

- Y por eso coqueteaste tú con John.

- Sí. Pero él le era fiel a Marie y me evitaba. La quería, la... la quiere. – Suspiró. – Y a mí eso me corroía por dentro, porque Garrett no me lo era a mí. Así que chantajeé a John. Su hermano empezará al colegio el año que viene, así que le dije que le haría la vida imposible si no dejaba a Marie. Por eso me uní a las Barbie, porque tienen mucho poder sobre los nuevos.

Pero si John la quería habría dicho que no. ¿Verdad? No habría aceptado, se lo habría contado a Marie.

- No aceptó, ¿verdad?

- No. No aceptó, así que decidí dejarlo. Pero días después Skylar me dijo que había descubierto algo que lo cambiaría todo.

Iba a preguntar, pero entonces vi a Thomas caminando hacia nosotras. Señaló a Luna con la mirada, que no había notado que se acercaba, y movió los labios en forma de pregunta: ¿Qué hace aquí?

Me levanté del banco.

- Thomas. – Saludé. Luna se levantó de golpe y se sorbió la nariz, mirando al suelo. – Tengo que irme.

- ¿Qué? Si sólo he llegado cinco minutos tarde.

- Lo sé, lo siento. ¿Mañana a la misma hora?

Enarcó las cejas.

- ¿No has pensado que tengo vida social? No puedo estar quedando todos los días cuando tú quieras, pequeña.

Apreté los puños.

- Vale. No quedemos. De todas formas tenemos todo el curso para preparar la estúpida función.

Me miró extrañado. Sí, lo admito, quizás ese día estuviese nerviosa, pero él no ayudaba con ese tema.

- Por Dios, - Dijo. – Lo digo porque mañana hay una reunión para los del equipo de fútbol con el entrenador. Tranquilízate.

- Ah, cierto. Y como eres el capitán por triunfo propio tienes que ir. Sí, sí. – Añadí cuando vi que iba a decir algo. – Lo entiendo. Me voy.

Cuando pasaba por la izquierda de Thomas me cogió del brazo, frenándome. Giré la cabeza y me quedé mirándole a los ojos, que me miraban oscuros y expectantes desde su altura.

- Suéltame. – Exigí.

- ¿Qué te pasa hoy?

- ¿Que qué me...? Mira, no me toques. – Me solté de su agarre.

Todavía, después de besarme y hacer como si nada hubiese pasado tenía las santísimas narices de preguntarme qué me pasaba, como si yo le importase. Todavía preguntaba por mí, como si no fuese una de las miles a las que había besado y abandonado. Y gracias a Dios que solo había sido un beso, que me había apartado. 

Creo que en ese momento le odiaba.

Puntos suspensivosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora